martes, 26 de agosto de 2025

80. El zafu


 Autor practicando prāṇāyāma

Para practicar prāṇāyāma o meditación es muy apropiado utilizar un cojín de meditación denominado zafu. El zafu debe ser redondo y de color negro, azul o marrón oscuro. Los colores oscuros son discretos y no llaman tanto la atención. Pero además, el negro simboliza la "nadeidad", el “vacío” y, por extensión, la “totalidad”. Los hay rellenos de lana (no son los mejores), de trigo sarraceno, de otras cáscaras o semillas y de miraguano. Este último es el mejor. También es interesante utilizar un zafutón. Es una especie de futón cuadrado a juego con el zafu y que suele estar relleno de capas de algodón. Se utiliza para colocar el zafu encima de forma que las rodillas queden apoyadas sobre él. Cuando te sientas largo tiempo se nota su ayuda: nos aísla de la dureza y el frio del suelo y es mucho más confortable, especialmente si tenemos algún problema en las rodillas (el zafutón puede sustituirse por una manta doblada).

Con el tiempo, el miraguano puede apelmazarse un poco por lo que resulta conveniente que después de cada uso se aplaste el zafu contra el suelo varias veces para que esponje el miraguano y, de vez en cuando, se exponga un tiempo al sol. Además, según la elasticidad de las piernas del practicante, el zafu puede rellenarse más o menos. La cantidad de miraguano que trae es estándar, pero si se rellena un poco más subirá da altura y permitirá que las rodillas toquen el suelo, siendo así más cómodo cuando no se tiene mucha flexibilidad en las piernas. Igualmente, si se encuentra muy alto, se puede vaciar sacando miraguano del interior. Normalmente, justo detrás de una cinta-asa que trae en el lateral, dispone de la abertura para acceder al interior. En dicha cinta, los practicantes que meditan en grandes grupos suelen escribir su nombre o dibujar algún signo que les permita identificar su zafu entre otros muchos similares.

El zafu llega a ser un elemento personal muy apreciado entre los meditadores, de tal forma que no suele prestarse o cambiarse por otro. En muchas escuelas budistas, antes de sentarse y también después de la meditación se hace una reverencia al zafu, el "asiento de Buda". El zafu es el asiento sobre el cual se experimenta la “totalidad”. Cuando se entra en profunda meditación sentado en un zafu, éste y el practicante forman un todo. Para el zen, por ejemplo, adoptar la postura correcta de meditación en sus más ínfimos detalles es equivalente a entrar en samādhi, es decir, a través de un medio físico como es la posición del cuerpo, se logra la trascendencia; y el zafu es un elemento muy importante para lograr la posición correcta. Con la reverencia al zafu, el practicante agradece a este objeto su especial "ayuda" y expresa con humildad su convicción de que la espiritualidad lo envuelve todo.

79. Khecarīmudrā

Representación tántrica de los principales cakras

Khecarīmudrā es una técnica muy tradicional (y actualmente olvidada) del haṭhayoga clásico. Su práctica avanzada implica el corte progresivo del frenillo lingual con objeto de llegar a tocar con la punta de la lengua los orificios interiores que conectan la garganta con los senos nasales. De esta forma, el yogui puede practicar la respiración alterna utilizando la lengua en lugar de los dedos para dirigir el flujo de aire y obturando completamente la conexión entre fosas nasales y garganta durante la retención de la respiración. Sin embargo, el corte del frenillo puede ocasionar numerosos problemas si no se sigue la técnica de forma escrupulosa. Los riesgos a que se expone el practicante varían desde una infección en el frenillo (la operación de corte progresivo es muy delicada y puede durar varios meses) hasta problemas psicológicos que le impidan relacionarse en sociedad. Hoy en día, sobre todo en occidente, no se recomienda la práctica avanzada.

En su lugar, se puede practicar khecarī sin efectuar el corte, únicamente doblando la lengua hacia arriba y dirigiendo su punta hacia la garganta de tal forma que permanezca en contacto con el paladar alto, lo más cerca posible de la úvula. Si se efectúa correctamente se notará un cambio de textura y de sabor en el paladar. Probablemente también se produzca abundante salivación, al menos al principio. No supone mayor problema que relajar la lengua y tragar la saliva para continuar de nuevo. Únicamente habría que suspender la práctica si la secreción producida presenta un sabor claramente amargo que indique la aparición de toxinas. Al principio puede acumularse tensión en la boca y la lengua, pero con la práctica progresiva va desapareciendo.

Normalmente, la práctica de khecarī se acompaña de una respiración sorda (ujjāyī), aunque también puede practicarse junto con otras técnicas de prāṇāyāma. Se inicia la práctica poco a poco hasta que puede mantenerse khecarī durante 5 a 10 minutos al cabo de unos pocos meses.

Los beneficios de esta técnica moderada son también muy importantes dado que con la lengua se presionan y estimulan numerosos puntos situados en el velo del paladar y cerca de la cavidad nasal. De acuerdo con la fisiología sutil del yoga, estos puntos influencian todo el organismo. También se masajean glándulas y se estimula la secreción de ciertas hormonas junto con la saliva. Se dice que esta práctica reduce las sensaciones de hambre y sed e induce un estado calmo de serenidad mental previo a la meditación. Practicado junto con ujjāyī, también puede ser muy beneficioso como parte de las técnicas de preparación al parto. No obstante, su principal beneficio es que, incluso en esta forma de práctica moderada, tiene el poder de estimular la absorción de prāṇa y el despertar de kuṇḍalinī, el potencial de energía adormecido en nuestro interior.

 

78. Tipos de samādhi


 Un joven Sri Yogendra en baddhakoṇāsana

Los tipos de samādhi varían de una escuela a otra. En general, se establecen dos clases: samādhi “con conocimiento” y samādhi “más-allá-del-conocimiento”. A su vez, en el primer caso se pueden efectuar varias subdivisiones, de acuerdo a cómo se considere el conocimiento adquirido. Aquí es donde surgen las mayores divergencias entre escuelas. Unos denominan las distintas subdivisiones de una forma y otros de otra; el Vedānta, el Budismo Hīnayāna o incluso los distintos comentadores de Patañjali, hablan de diferentes samādhis con conocimiento. Pero ateniéndonos exclusivamente a los yogasūtras, solo hay cuatro subdivisiones y en las cuatro se dan, en uno u otro grado, dos componentes básicos: felicidad y conciencia de existencia. Estos samādhis son progresivos, a medida que el practicante profundiza en su meditación, y cuando se alcanza el cuarto se llega a las puertas del samādhi “más-allá-del-conocimiento”. Este nuevo estado es extremadamente raro y, por tanto, dificilísimo de explicar, pues en él se trasciende incluso el conocimiento más profundo. Solo podemos intentar explicarlo mediante comparaciones, como por ejemplo, cuando se considera que se alcanza un estado de “luminosidad extrema” (otoñal, dice Patañjali) o cuando se dice que en el yogui se produce una “lluvia de virtud”. A partir de ahí, la mente inicia un proceso de reabsorción en sí misma hasta su completa purificación.

El samādhi “más-allá-del-conocimiento” conduce hacia la liberación suprema, que en el yoga se denomina kaivalya y que, según la interpretación tradicional, debe coincidir con la muerte, pues "ya no hay razón para vivir". Pero no hay que pensar que la meditación conduce irremediablemente a la muerte física (como algún aprensivo podría llegar a creer), pues es ahora, en estos estados de conciencia tan elevados cuando el poder del yogui alcanza "lo ilimitado". Hoy en día, la opinión generalizada de los eruditos modernos es que el yogui, considerado popularmente como “liberado en vida”, permanece en dicho estado elevado, similar al del bodhisattva del Budismo Mahāyāna, que se denomina samādhi de la nube de dharma y que coincide con el kaivalya o liberación definitiva de la ilusión de la existencia.

77. Yoga y sexualidad

 

T. Krishnamacarya con sus dos hijas mayores, 1940

Uno de los primeros requisitos para la práctica del yoga clásico es la observación de brahmacarya, la moderación sexual. Los excesos sexuales son la forma más eficaz de agotar las fuerzas vitales y desviar al yogui de su camino. El yoga no niega la sexualidad, pero no hay que ser gobernado por ella. Brahmacarya, el control sensual, supone perseverancia en la práctica del camino elegido ante las dificultades que puedan presentarse.

Tradicionalmente se ha llegado a identificar brahmacarya con el celibato puesto que, de acuerdo con su etimología, la palabra hace referencia a la adopción de la forma de vida del seguidor de Brahma, es decir del monje hindú errante, el cual mantenía voto de castidad para así alejarse de la mayor distracción que se pudiese presentar, de forma muy parecida a como lo entienden los sacerdotes católicos o de otras religiones. Y para argumentar los beneficios de la castidad se solía recurrir a la conservación de la energía y a su trasmutación posterior en energía espiritual. Todo esto no resistiría hoy en día el menor análisis científico-filosófico. Nuestra sociedad ha cambiado radicalmente de aquella en la que se gestaron tales creencias. Una sexualidad normal, especialmente si existe relación amorosa, puede ser una ayuda mucho mayor en el camino del practicante de yoga que una castidad mal contenida.


76. Problemas en las posturas de inversión


 Variación muy intensa de halāsana

Las posturas de inversión tienen efectos muy beneficiosos sobre la totalidad del cuerpo y especialmente sobre la parte superior, produciendo tras su ejecución una relajación general de esa zona. Los efectos más beneficiosos tienen que ver con la inversión de la circulación, pero no hay que olvidarse que estas posturas actúan directamente sobre el cerebro, las glándulas pineal, pituitaria y tiroides, y los importantes centros energéticos localizados en la cabeza y en el cuello. Sus efectos cuando se practican intensamente pueden ser impredecibles y llegar incluso a despertar ciertas habilidades dormidas, denominadas comúnmente fenómenos paranormales o parapsicológicos. Patañjali, habla extensamente sobre estos fenómenos que pueden aparecer de forma natural durante el curso de la meditación, pero también durante la práctica intensa de algunas āsanas y del prāṇāyāma.

El problema con la práctica de estas posturas es que pueden implicar músculos y articulaciones que no están diseñados para soportar pesos y tensiones excesivas. Especialmente todos los músculos del cuello y los hombros en la postura sobre la cabeza, la vela y el arado. Además, el fuerte estiramiento cervical y la compresión de la garganta durante la vela y el arado pueden tener efectos nocivos sobre el riego sanguíneo de algunas áreas del cerebro y dañar nervios que discurran por el interior de las vértebras cervicales.

Sin duda, se trata de las posturas más beneficiosas del yoga, pero también son las que más riesgos pueden comportar en su ejecución si no se hacen adecuadamente. Como siempre, además del calentamiento previo, concentración, lentitud y respiración adecuadas son la clave para practicar āsanas con seguridad.

75. Fluctuaciones mentales


 B.K.S. Iyengar en siddhāsana

Durante la meditación las fluctuaciones de la mente no desaparecen. Solo cambia la forma en que las consideramos. Ciertamente las fluctuaciones no desaparecen en sí y tampoco desaparecen para el meditador. Seguimos siendo conscientes de que existen porque las percibimos. Y por esta misma razón, seguimos siendo conscientes de que existimos. Al profundizar en este estado, llegamos a la evidencia de que las fluctuaciones y nosotros mismos somos uno. O más bien, que todas las cosas que provocan las fluctuaciones, todos los pensamientos, sensaciones, emociones, objetos visibles, recuerdos…, en fin, todo, son uno mismo. Lo que desaparece es la sensación de separatividad. Las fluctuaciones siguen ahí. Tú sigues ahí. Pero la sensación de fluctuaciones por un lado y tú por otro desaparece. Ya no se percibe más. Digamos que se "trasciende" la visión ordinaria de las cosas. De repente... ¡plash! Y nuevamente (no se sabe bien cuando ni cómo) regresas al estado ordinario. Se es y no se es. Se es consciente de la separatividad y de la unidad al mismo tiempo. ¡La gran paradoja!

Y para complicarlo aún más, la expresión "al mismo tiempo" pierde su sentido, pues se pierde la noción del tiempo. Este estado puede durar uno o dos minutos en tiempo cronológico, pero la percepción en tiempo subjetivo puede ser de muy larga duración. O al revés... La experiencia durante el estado de interiorización profunda (samādhi) es total y completamente otra; no necesariamente opuesta a la ordinaria. Solo otra, distinta... y extremadamente placentera!

74. Prāṇa y prāṇāyāma

Juan Victor Mejías en ekapādaśirṣāsana, 1968

Prāṇa es un término sánscrito para denominar la energía esencial del universo y se trata de un concepto intraducible en toda su profundidad a nuestro idioma. Ayāma significa controlar y expandir o alargar. De ahí nace el término para denominar el conjunto de técnicas de control de la respiración, prāṇāyāma: control o expansión del prāṇa, de la energía universal que recorre nuestro cuerpo. El prāṇa se encuentra impregnando de vida, fuerza o actividad todo lo que de por sí es inerte, inactivo. En la cultura científica, sus formas más conocidas son las distintas energías que contempla la ciencia: electricidad, magnetismo y energía atómica. Tradicionalmente, el prāṇa es el motor evolutivo que podemos encontrar en los cinco elementos de la naturaleza: tierra, agua, aire, luz y espacio vacío.

Dada su gran variedad de manifestaciones, el prāṇa podemos encontrarlo en todo aquello que nos proporciona fuerza y salud: luz solar, aire, agua y alimentos puros. Pero no solo en cosas concretas, también se halla en las emociones positivas (alegría, amor, serenidad), las acciones puras y el comportamiento correcto. El prāṇa se halla íntimamente conectado con nuestros aspectos mental y espiritual. Por eso mismo, la concentración durante la ejecución de los ejercicios de yoga es fundamental. Con todo, la fuente más importante de prāṇa es la atmósfera. Por medio del prāṇāyāma , es decir, con ciertos ejercicios respiratorios, regulamos el prāṇa en nuestro interior. De esta forma podemos influir en su adquisición del exterior y en su distribución dentro del cuerpo. El objetivo es doble: 1) cargar energía vital que mejore nuestra salud física, y 2) activar ciertas energías latentes en nuestro interior que nos puedan conectar con otra dimensión más profunda, con otra forma de “ver” la realidad.


73. Proceso de la meditación


 

Sribhashyam, hijo de T. Krishnamacharya, en ākarṇadhanurāsana

Cuando nos concentramos en un objeto como, por ejemplo, la respiración, seguimos su movimiento notando como se mueve el abdomen, sintiendo como entra y sale el aire, etc. Cuando el esfuerzo por concentrarse desaparece, decimos que se ha establecido la concentración (dhāraṇa) y, de forma automática, suceden dos cosas: se inicia la meditación (dhyāna) y el objeto se sutiliza.

Ahora no solo centramos el pensamiento en el aspecto físico de la respiración; ahora también somos conscientes de su aspecto sutil: el movimiento del prāṇa, la comunicación cósmica a través de la respiración, etc. No hacemos conscientemente el cambio de pasar a concentrarnos de un objeto denso a uno sutil. Es el cambio el que acontece por sí mismo, sin esfuerzo. Da lo mismo el objeto de concentración que se elija. El proceso siempre es igual.

La diferencia entre utilizar un objeto u otro es que el practicante tenga más afinidad con el objeto elegido y así le sea más fácil establecer la concentración. En todos los casos, el objeto debe percibirse con el máximo detalle. La visión detallada al extremo nos facilita "fundirnos" con el objeto. Claro, si el objeto es simple: un punto o un círculo, por ejemplo, los detalles a considerar son mínimos y la concentración es más sencilla. No olvidemos que la concentración detallada en el objeto es solo el paso previo hacia la meditación y que en ésta desaparece toda dificultad.

72. Molestias durante la meditación

B.K.S. Iyengar en padmāsana, 1964

Durante la meditación, frecuentemente surgen problemas posturales: dolor en la zona lumbar o dorsal, hombros rígidos, rostro crispado… pero el mayor problema lo tenemos cuando adoptamos una posición sentada tradicional: dolores de todo tipo en las piernas. Tradicionalmente, se domina la āsana cuando podemos permanecer en ella ¡durante tres horas seguidas!; esto, que para la mayoría de las posturas es casi imposible, en las āsanas de meditación no resulta tan extraño: cualquier persona que pretenda introducirse de lleno en la meditación o el prāṇāyāma deberá dominar esta postura, al menos durante una hora seguida.

Al principio, cuando se llega al límite de comodidad, se produce el entumecimiento de las piernas, el cual no se nota del todo hasta que deshacemos la postura; pero si se mantiene más tiempo puede producir desde picores y temblores hasta dolor intenso. La prueba para comprobar que no resulta perjudicial es que después de deshacer la postura, la recuperación es muy rápida y efectiva, sin secuela alguna.

Las mejores posturas para practicar son el loto o el medio loto utilizándolas con zafu o cojín de meditación, pero no son imprescindibles. Para meditar sirve perfectamente cualquier otra postura que mantenga la espalda recta: siddhāsana (un empeine entre la pantorrilla y el muslo), sukhāsana (simplemente, piernas cruzadas), vajrāsana (sentado entre los talones); incluso sentado en una silla (mejor en un banco de meditación o en una silla ergonómica). Ninguna de estas posturas alternativas tiene porqué desmejorar la calidad de la meditación, siempre que nos permitan mantener la espalda erguida. El problema es que en mayor o menor grado afectan a la disposición del resto del cuerpo para mantener la espalda recta con la quietud necesaria.

En las posturas de piernas cruzadas es muy importante que las rodillas estén al mismo nivel o más bajas que la articulación de la cadera. Esto solo se consigue con un loto muy cerrado o, en otro caso, con un zafu. Si no se hace así, la espalda se resiente, acaba perdiendo tono y doblándose.

En todo caso, al cabo de cierto tiempo, la comodidad inicial se va perdiendo y surge un dolor bastante molesto, especialmente en las rodillas, que se amplifica hasta límites insospechados. No obstante, es bueno llevar el tiempo de meditación a nuestro límite, es decir, a experimentar esas sensaciones dolorosas mientras nos sea posible. El dolor puede llegar a ser muy molesto pero si conseguimos concentrarnos y observarlo de forma desapegada, convenciéndonos de que ese dolor no somos nosotros, de que la molestia es fruto de la mente, de que no hay razón objetiva para sentir dolor (no hemos recibido ningún golpe, ni nos ha surgido una enfermedad espontáneamente), se puede llegar a transcender la molestia y, aunque continúe ahí, puede servir para descentrarnos totalmente y entrar de lleno en nuestro interior. Pero, como en todo, no hay que pasarse desarrollando la fuerza de voluntad en este tema. Sin dudarlo, antes de que surjan temblores o sudores y si el dolor nos supera, es mejor deshacer la postura. No hay que sufrir para meditar. En yoga, y también en el budismo, la vía del medio es la más aconsejable. Hay que alejarse de los extremos.


71. Paradojas

 

T. Krishnamacarya en svastikāsana

Normalmente la vida es una serie de acontecimientos que tratamos de racionalizar y justificar mediante la ley de causa-efecto. Pero fallamos continuamente. Intentamos por todos los medios encontrar sentido a las cosas: porqué existe la enfermedad, porqué y para qué vivimos, porqué el sufrimiento... Innumerables filósofos, psicólogos, políticos y religiosos nos ofrecen explicaciones que nunca nos satisfacen por completo y que siempre son rebatidas por nuevas teorías. Muchos renuncian y caen en el nihilismo, el materialismo o en las formas más sectarias de una religión cualquiera. Incluso se crean teorías muy convincentes, como la del karma y la reencarnación, pero que siguen sin satisfacer las preguntas últimas. Y es que la vida ordinaria no tiene sentido... ¡desde el punto de vista dualista de las cosas! Cuando se es consciente, realmente consciente, de que todo se halla entrelazado formando una unidad entonces, de forma mágica, todo adquiere sentido.

La paradoja más absurda forma parte de la Realidad. Incluso catástrofes tan denigrantes como la guerra o el hambre forman parte de la Realidad... Esta visión de las cosas, ciertamente puede aportar un sentimiento de soledad al principio, mientras sólo se tienen vislumbres o destellos de unidad. Pero, cuando la conciencia alcanza la iluminación plena, ¿cómo podría haber soledad en la unidad? Para sentirte en soledad tienes que considerarte aparte, separado de los demás. Si no hay "los demás", ¿de qué te vas a separar? Para quien posee este estado de conciencia, es cierto que los demás no le comprenden pero, ¿acaso tiene importancia para él?


viernes, 1 de agosto de 2025

70. Lo relativo y lo absoluto

 

baddhapadmāsana

Todas las cosas se pueden enfocar desde dos puntos de vista: relativo y absoluto. En el primer caso siempre utilizamos la comparación y nosotros mismos nos vemos inmersos en las cosas. Nos rodea la ignorancia, el dolor, los deseos, el miedo...; pero también el amor, la compasión, la alegría... Todos ellos son estados psicológicos y sentimientos relativos. El punto de vista absoluto de las cosas es completamente "otra visión". No depende de nada. No se puede describir con palabras. Es el kaivalya del yoga.

El estado de yoga puede entenderse desde los dos puntos de vista. Desde el punto de vista relativo (en el cual nos encontramos casi todas las personas), el objetivo es alcanzar el punto de vista absoluto y es posible que no se logre en esta vida. Desde el punto de vista absoluto, no hay nada que lograr porque ya está en nosotros. De todas formas, en yoga no hay esfuerzos perdidos; en otras palabras, todo esfuerzo traerá su resultado en el momento oportuno. Ningún fracaso es un trabajo perdido. Cada intento fracasado es en realidad un paso hacia el éxito porque la práctica del yoga posee un efecto acumulativo que puede dar sus frutos en cualquier momento y de forma totalmente inesperada. El problema al tener en cuenta estas dos formas de ver la vida es que casi nadie lo entiende y prácticamente nos vemos obligados a adoptar la visión relativa de las cosas para poder comunicarnos racionalmente con los demás.


69. Camilla de inversión

 

Camilla inversora

La camilla o tabla de inversión es un aparato muy útil que puede suplir parcialmente a la postura sobre la cabeza (sirsāsana). Entre sus ventajas, en comparación con sirsāsana, están: 1.- No trabaja creando tensión en las cervicales. 2.- La postura es muy relajante. 3.- Proporciona un estiramiento adicional a la columna vertebral y a las articulaciones de tobillos, rodillas y hombros. 4.- Permite efectuar una práctica de inversión progresiva.

Sus desventajas serían las siguientes: 1) No debería practicarse aisladamente; hay que compensar esta práctica efectuando a continuación la pinza en posición de pie y una torsión. 2) La sujeción en los tobillos puede ser molesta. 3) La facilidad de ejecución puede dar excesiva confianza al practicante y excederse éste en el tiempo de permanencia. 4) El exceso en su ejecución o la práctica en inversión total (180º) puede proporcionar problemas si hay tendencia a presión arterial alta.

Las contraindicaciones para su práctica son las mismas que en la postura sobre la cabeza. No se debe utilizar el aparato en casos de tensión arterial elevada, infección ocular o auditiva, congestión nasal y durante los tres primeros días de menstruación. En definitiva, se trata de una buena alternativa a la postura sobre la cabeza que procura sus beneficios fácilmente.


68. Pandit y gurú


 

André Van Lysebeth practicando rājakapotāsana en Rishikesh, 1963

Pandit significa “erudito”. En general, el pandit indio es un investigador de la iluminación, un sabio, un maestro y un defensor del dharma, la enseñanza sagrada, dedicado a descifrar intelectualmente la Realidad y aplicar sus descubrimientos a sus propios actos. Un pandit no suele tener discípulos espirituales, pero sí puede tenerlos para transmitir una ciencia concreta (por ejemplo, en la India, enseñarles sánscrito, astrología, canto védico, etc.).

Esto contrasta con el papel del gurú, o “terapeuta” espiritual que es en realidad el iniciador de la transmisión espiritual y que establece una íntima relación con el discípulo. La instrucción más personal y más íntima siempre la proporcionará el gurú. Un gurú puede ser una persona sin ningún tipo de instrucción, analfabeta incluso, pero que posee una sabiduría intrínseca o adquirida por medio del conocimiento intuitivo. Por el contrario, un pandit debe forjarse a sí mismo; su sabiduría es más bien producto del estudio. Se pueden dar todo tipo de casos: 1) un gurú que sea pandit (Krishnamacharya), 2) un gurú analfabeto (Hui Neng), o 3) un pandit que no desee tener alumnos personales (Ken Wilber). 

El profesor de yoga es una persona que practica, aprende y enseña lo aprendido. Una persona puede comprometerse en el camino del yoga, con o sin gurú, tanto practicando en solitario, como dedicándose también a la enseñanza. En cualquier caso, con el tiempo, los dos tipos de practicantes convergen y transmiten sus conocimientos de una u otra forma. Y al final, si logran la iluminación, los dos se convertirán probablemente en un gurú.


67. Constancia en la meditación


 

Theos Bernard, pionero del haṭhayoga en occidente

Durante la meditación lo importante es practicar con constancia, sin que influya la aparente falta de resultados, o la aparente falta de progreso. Los pensamientos van y vienen continuamente. Es su naturaleza y debemos aceptarla. Lo que debemos intentar, sin violencia alguna, es no dejarnos atrapar por ellos. Ellos tienen su lugar, su razón de ser. Y nosotros tenemos también nuestro lugar, nuestra propia razón de ser. En lo posible, hay que observar o ser consciente de los pensamientos que surgen, permanecen y, más tarde o más temprano, desaparecen. Si la mente es atrapada por los pensamientos, no importa; surgirá un momento en que seamos nuevamente conscientes de que nos hemos dejado llevar por ellos y empezaremos de nuevo a observar, pacientemente, con desapego, sin lucha. Cuando menos lo esperemos, un día cualquiera, nos daremos cuenta de que hemos estado observando de continuo las idas y venidas de los pensamientos y nuestro campo de descubrimiento se abrirá a lo desconocido.


66. Finalizar la sesión de asanas


 

Sarath, nieto de K. Pattabhi Jois, en kapilāsana

La sesión de asanas debe finalizar siempre con una profunda relajación. Cuando finalizas una sesión de yoga, generalmente te sientes muy relajado y es conveniente esperar diez o quince minutos antes de tomar una ducha, comer o efectuar ejercicio físico intenso. Pero esto son siempre recomendaciones generales. Por ejemplo, después de una sesión de asanas con temperatura ambiente de 30 ó 35 grados, quizás lo más conveniente sea tomar una ducha fría después del último āsana y antes de la relajación. Otro ejemplo: en invierno, justo después de la relajación puede ser reconfortante tomar una infusión caliente. Uno mismo debe desarrollar la sensibilidad necesaria para proporcionar a su cuerpo lo más conveniente en cada momento. Pero si existen dudas, lo mejor es esperar diez o quince minutos antes de provocar cambios bruscos de cualquier tipo.

65. El gurú


Swami Madhavadasji, gurú de Kuvalayananda y Yogendra

Un verdadero maestro debe cumplir dos condiciones: 1) haber comprendido al menos en cierta medida, su auténtico ser, y 2) poder transmitir de alguna forma su experiencia. Son condiciones tan generales que podemos entender que haya distintos niveles de maestros, desde el modesto instructor de yoga hasta el ser autorrealizado. Pero cuando hablamos de un auténtico maestro o gurú generalmente nos referimos al ser autorrealizado que con su sola presencia puede despertar en el discípulo su energía interna. Los textos clásicos de haṭhayoga ensalzan la figura del gurú y llegan a afirmar que sin su mediación, la realización final puede ser una empresa imposible. Al gurú se le considera capaz de disipar la oscuridad que oculta la luz del conocimiento supremo. En la práctica llega a ser imprescindible para guiar al discípulo en las etapas más avanzadas y en los caminos más esotéricos del yoga. Los auténticos gurús son muy escasos y generalmente huyen de la fama. Es muy importante saber discriminar entre el auténtico gurú y el falso (éste, por desgracia, sí que es abundante, fácil de encontrar y en muchos casos famoso). Los gurús falsos suelen reclamar obediencia ciega y servicio constante y gratuito; incluso llegan a poner precio a sus "iniciaciones", pues la relación entre un maestro y su discípulo es como el enamoramiento: ciego, irracional y completo. También se afirma que el auténtico maestro no es nada más que nuestro ser interior (el cual es idéntico al ser interior de otra persona). Por eso, el yogui siempre tiene dos opciones: buscar al maestro dentro de sí mismo y buscarlo en el exterior. 


 

64. Abstracción sensorial

 

Maestro zen Kodo Sawaki poco antes de su muerte en 1965


Cuando el yogui se sienta en āsana y controla su respiración, surge la abstracción sensorial (pratyāhāra). Los sentidos están unidos a la mente, de tal forma que si ésta se aquieta y se desconecta del exterior, los sentidos se inhiben y dejan de reaccionar ante las sensaciones producidas por los objetos.

Pratyāhāra es un corte, una desconexión entre los sentidos y sus estímulos. El mundo exterior captado por los sentidos desaparece para el que practica la meditación. No así el mundo interior, que puede proceder de nuestra memoria, de la imaginación o del razonamiento. A medida que profundizamos en la concentración y ésta se vuelve más estable, alcanzamos un grado cada vez mayor de interiorización que provoca que los sentidos, sin esfuerzo alguno por nuestra parte, pierdan contacto progresivamente con sus objetos. Es, como dice Patañjali, como si el vaciamiento voluntario de la mente fuese imitado por los sentidos.

Cuando nos sentamos a meditar, no hay un orden en la práctica; no se hace voluntariamente primero pratyāhāra, luego concentración, después meditación y finalmente samādhi. La operación mental es única y las distintas etapas fluyen de unas a otras o son consecuencia unas de otras. Normalmente, lo primero que hacemos es tratar de fijar nuestra mente en algo concreto. Cuando se consigue, aunque sea por periodos de tiempo pequeños que se interrumpen con continuas distracciones, podemos decir que estamos concentrados; cuando los periodos de atención se hacen más largos y estables, estamos sumergiéndonos en la meditación. Se trata del mismo proceso sutil pero con distinto grado de profundidad. Ahora las interrupciones de la atención son más armoniosas. Esta profundidad es precisamente la que nos introduce cada vez más en pratyāhāra. Es decir, a medida que progresamos de la concentración a la meditación, los sentidos se abstraen cada vez más, hasta lograr la completa abstracción sensorial. Indefectiblemente, si seguimos profundizando en la meditación, nuestra conciencia estará en condiciones de trascender su estado normal al de samādhi. No es necesario seguir un orden ascendente en estos cuatro pasos, pero sí es cierto que en concentración disponemos de algún grado de pratyāhāra; cuando la conciencia entra en meditación, pratyāhāra es mucho más profundo; y cuando se logra un vislumbre del samādhi, pasando previamente por concentración y meditación, pratyāhāra es total.


63. Emociones en la meditación


 

T. Krishnamacharya en mūlabandhāsana

De acuerdo con Krishnamurti, durante la meditación los sentimientos tienen que fluir igual que los pensamientos: sin violencia, con armonía, dejando que se expresen totalmente para que después puedan morir. Por supuesto, el sentimiento puede ser muy fuerte y atraparnos, robar nuestra atención. Por eso, tanto para los sentimientos negativos como para los positivos, solo hay que observar conscientemente, sin emitir juicios pero sin reprimir en absoluto. Respecto de todas las emociones que no hemos sabido encauzar en su momento y han ido a parar a nuestro subconsciente, la solución sigue siendo la práctica de la meditación. Y no me refiero a una meditación aislada de veinte minutos. Me refiero a una práctica intensa: sesiones diarias de una hora o más de tiempo, acompañadas de algún retiro ocasional de convivencia en meditación. Durante estos periodos de introspección profunda, las emociones reprimidas alojadas en el subconsciente afloran y acaban consumiéndose.

62. Emociones


 

Vanda Scaravelli en mūlabandhāsana

Las emociones no deben ser un obstáculo en el camino del yoga. No hay que reprimirlas ni perseguirlas. Solo hay que encauzarlas con suavidad. Patañjali presenta un aforismo muy revelador sobre este asunto: "La pacificación de la mente se logra proyectando amabilidad, compasión, alegría y ecuanimidad hacia todas las cosas y situaciones, ya sean felices, desgraciadas, virtuosas o moralmente inaceptables (Yogasūtra I.33)". A través de la práctica, casi sin querer, el carácter cambia; las emociones siguen afectando pero se vuelven más distantes. Al final del camino y de forma completamente natural, se puede lograr un estado de desapego que podría recordarnos la trascendencia emocional, pero que en ningún caso supone la represión de los sentimientos.

Un auténtico yogui podría expresarse así: “Cuando murió mi madre sentí dolor; cuando nació mi hijo sentí alegría; cuando veo la tragedia de los inmigrantes siento pena y compasión; cuando medito profundamente, a veces me siento feliz”. Todo esto es normal, natural; la diferencia está en que estos sentimientos no arraigan en él, no le atrapan. Cuando siente dolor, lo siente profundamente, pero comprende que no es parte de él; cuando está contento, la alegría le llena, pero no le sobrepasa; cuando esta triste y se compadece de otros sabe que, en el fondo, todo es una ilusión; cuando se siente embriagadoramente feliz, conserva la sensación de ser algo más allá de la felicidad.

61.Respiración completa


 T. Krishnamacharya practicando śītālī prāṇāyāma


En la respiración completa tradicional del haṭhayoga, lo primero que se llena de aire es la parte baja de los pulmones, después la parte media y finalmente la parte superior. Para vaciar los pulmones tradicionalmente se procede en sentido inverso: primero la parte superior, después la media y, por último, la inferior.

Pero la forma de proceder en la espiración creo que es mejor hacerla al revés. Hay escuelas modernas, como la del Viniyoga de Desikachar en las que, para la espiración, se recomienda exactamente así. La justificación es que, haciéndolo de esta manera es más fácil mantener la espalda recta y la columna vertebral erguida durante todo el ejercicio, condición esencial para la práctica del prāṇāyāma. En cualquier caso, el problema de mantener la espalda recta podría solucionarse utilizando un cojín de meditación o una manta doblada para sentarse.

No obstante, llenar los pulmones de aire es como llenar una botella de agua: el agua entra por la parte superior de la botella pero no se queda ahí; el agua primera se va al fondo empujada por la que viene detrás. Y, viceversa, vaciar los pulmones de aire es como vaciar una botella de agua: primero sale el agua de la parte superior, pero empujada por el agua que esta debajo. El vacío en la botella y en los pulmones comienza en la parte inferior.

98. El arte de meditar