martes, 26 de agosto de 2025

77. Yoga y sexualidad

 

T. Krishnamacarya con sus dos hijas mayores, 1940

Uno de los primeros requisitos para la práctica del yoga clásico es la observación de brahmacarya, la moderación sexual. Los excesos sexuales son la forma más eficaz de agotar las fuerzas vitales y desviar al yogui de su camino. El yoga no niega la sexualidad, pero no hay que ser gobernado por ella. Brahmacarya, el control sensual, supone perseverancia en la práctica del camino elegido ante las dificultades que puedan presentarse.

Tradicionalmente se ha llegado a identificar brahmacarya con el celibato puesto que, de acuerdo con su etimología, la palabra hace referencia a la adopción de la forma de vida del seguidor de Brahma, es decir del monje hindú errante, el cual mantenía voto de castidad para así alejarse de la mayor distracción que se pudiese presentar, de forma muy parecida a como lo entienden los sacerdotes católicos o de otras religiones. Y para argumentar los beneficios de la castidad se solía recurrir a la conservación de la energía y a su trasmutación posterior en energía espiritual. Todo esto no resistiría hoy en día el menor análisis científico-filosófico. Nuestra sociedad ha cambiado radicalmente de aquella en la que se gestaron tales creencias. Una sexualidad normal, especialmente si existe relación amorosa, puede ser una ayuda mucho mayor en el camino del practicante de yoga que una castidad mal contenida.


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