viernes, 1 de agosto de 2025

62. Emociones


 

Vanda Scaravelli en mūlabandhāsana

Las emociones no deben ser un obstáculo en el camino del yoga. No hay que reprimirlas ni perseguirlas. Solo hay que encauzarlas con suavidad. Patañjali presenta un aforismo muy revelador sobre este asunto: "La pacificación de la mente se logra proyectando amabilidad, compasión, alegría y ecuanimidad hacia todas las cosas y situaciones, ya sean felices, desgraciadas, virtuosas o moralmente inaceptables (Yogasūtra I.33)". A través de la práctica, casi sin querer, el carácter cambia; las emociones siguen afectando pero se vuelven más distantes. Al final del camino y de forma completamente natural, se puede lograr un estado de desapego que podría recordarnos la trascendencia emocional, pero que en ningún caso supone la represión de los sentimientos.

Un auténtico yogui podría expresarse así: “Cuando murió mi madre sentí dolor; cuando nació mi hijo sentí alegría; cuando veo la tragedia de los inmigrantes siento pena y compasión; cuando medito profundamente, a veces me siento feliz”. Todo esto es normal, natural; la diferencia está en que estos sentimientos no arraigan en él, no le atrapan. Cuando siente dolor, lo siente profundamente, pero comprende que no es parte de él; cuando está contento, la alegría le llena, pero no le sobrepasa; cuando esta triste y se compadece de otros sabe que, en el fondo, todo es una ilusión; cuando se siente embriagadoramente feliz, conserva la sensación de ser algo más allá de la felicidad.

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