Durante los tres
primeros días de menstruación no se deben practicar posturas en las que el
útero se halle en posición invertida, como la vela, el arado, la postura sobre
la cabeza, el perro invertido o el puente. Tampoco es aconsejable practicar posturas que compriman el vientre, como el arco o
la torsión; o kriyas del vientre, como uḍḍiyāna o naulī.
Los ejercicios para fortalecer la musculatura abdominal, como elevaciones de
piernas y similares, tampoco son convenientes. Por contra, son aconsejables las
flexiones suaves hacia adelante, como el niño, la pinza y sus variaciones;
aberturas de caderas, como la mariposa; posturas suaves de extensión hacia
atrás que no aprieten el vientre, como el camello o el perro cara arriba y,
especialmente, la relajación en posición tumbada con las piernas elevadas y
apoyadas en un cojín o en una manta doblada.
martes, 26 de noviembre de 2024
34. Menstruación
33. Concentración
Cuando se practica la concentración (dhāraṇā)
no hay que "forzar" o "tratar de conseguir" que la mente se
concentre. Cuando se fuerza la atención hacia un punto, esa misma intención o
fuerza que enfocamos supone en sí misma un elemento perturbador que requiere de enorme energía con el fin de mantener
la atención deseada. Se trata, más bien, de apartarse de los elementos
perturbadores: practicar en un lugar y hora tranquilos, alejados de estímulos
sensoriales.
T.K.V. Desikachar explica todo esto con el siguiente ejemplo:
"imagine una gran presa de agua que los agricultores usan para regar sus
tierras. Hay canales que salen de ella en diferentes direcciones. Si el
agricultor cavó todos los canales a la misma profundidad, el agua correrá igual
en todos lados. Pero si un canal es más profundo que los otros, correrá más
agua por él. Esto es lo que pasa en la concentración: creamos las condiciones
en la mente para enfocar su atención en una dirección, en lugar de que salga en
muchas otras". Patañjali aclara totalmente este tema: "hay que
limitarse a escoger entre las distintas posibilidades, igual que actúa un
campesino cuando riega el campo conduciendo el agua por los canales
apropiados". Así pues, se trata más de quitar que de añadir y más de
ajustar que de forzar el curso de las cosas.
Quizás la
traducción más adecuada para dhāraṇā no sea “concentración”, pues nos condiciona a
asimilarla con la concentración mental occidental, propia del científico o del
filósofo. Dhāraṇā es el inicio o la puerta de acceso a lo que llamamos,
también de forma no muy apropiada, “meditación” (dhyāna). Dhāraṇā
no se entiende sin dhyāna, y al revés. Para poner un ejemplo práctico,
cuando nos sentamos para buscar la interiorización y pacificación de la mente,
es muy común empezar observando la respiración. Surgen distracciones
continuamente, y para superarlas es preciso efectuar un esfuerzo mental mínimo
a fin de volver a observar el movimiento respiratorio. No se trata de analizar
en detalle el proceso de la respiración, lo cual implicaría un importante
esfuerzo extra; se trata, más bien, de hacer uso de un esfuerzo que consiste
precisamente en la relajación del esfuerzo natural, hasta que cesa
completamente y dhāraṇā se transforma en dhyāna.
Evidentemente, con la práctica continuada, ese mínimo esfuerzo requerido
disminuye cada vez más.
32. Técnicas de limpieza
Las prácticas de
limpieza tienen bastante importancia para muchas escuelas tradicionales de haṭhayoga;
sin embargo, los seguidores de Krishnamacharya (Iyengar, Pattabhi Jois y
Desikachar, principalmente) no las dan casi valor pues consideran que la práctica de āsanas
y prāṇāyāma es suficiente para
purificar el cuerpo. Las técnicas más sencillas, como la limpieza nasal, la
limpieza de ojos o la limpieza pulmonar, pueden aprenderse y practicarse sin
peligro y sin necesidad de acudir a un maestro; pero también hay técnicas
complicadas que pueden ser muy peligrosas si se aprenden por uno mismo.
Mientras que las técnicas sencillas pueden ser muy útiles (pero no
imprescindibles) para preparar el cuerpo para la práctica del prāṇāyāma y la concentración, las más complicadas no creo que sean
tan necesarias para el practicante de yoga occidental; se trata en estos casos
de métodos propios del ayurveda o medicina tradicional de la India y, como
tales, útiles ante ciertos problemas físicos pero de poco valor si el
practicante se encuentra relativamente sano.
31. Abstracción sensorial
Cuando la práctica
de las técnicas de respiración (prāṇāyāma) es intensa y sin saber muy
bien porqué, sucede algo... que nos hace más sensibles y receptivos, que nos
inunda y nos transforma, aunque solo sea por unos momentos, dejando una
profunda sensación de alegría interior. El prāṇāyāma conlleva un estado
de euforia en el que se puede experimentar la abstracción sensorial. No es que
los sentidos desaparezcan, sino que no nos arrastran. Pero la abstracción
sensorial (pratyāhāra) no es un estado que aparezca solo tras la
práctica del prāṇāyāma. Puede surgir sin proponérnoslo, cuando se crean
las condiciones adecuadas, mediante la práctica de cualquiera de las técnicas
del yoga.
lunes, 18 de noviembre de 2024
30. Contraposturas
En algunos centros de yoga no
se practican contraposturas. Por ejemplo, en el Yoga Iyengar no se utilizan
contraposturas específicas para las āsanas
intensas, sino que más bien se organiza la sesión en bloques de posturas
similares que se ordenan de tal forma que un bloque
entero constituye la contrapostura (o el complemento) del bloque anterior, y
así sucesivamente. Sin embargo, lo más corriente es efectuar contraposturas
siempre que se hagan posiciones extremas, especialmente cuando el practicante
no es avanzado, o cuando “sentimos” que es necesario practicar una āsana suave de sentido opuesto a las
practicadas inmediatamente antes (influye mucho la “sensibilidad” del
practicante o la del profesor). En cualquier caso, las contraposturas
constituyen un seguro ante cualquier exceso en las āsanas y es totalmente aconsejable practicarlas.
29. Perfeccionar las āsanas
Hay que practicar āsanas tratando siempre de
perfeccionarlas, aunque lo difícil es determinar cuándo las practicamos
"perfectamente". Siempre habrá posturas que podremos practicar con
más facilidad y otras que nunca podremos siquiera intentar, debido a nuestra constitución física, edad, etc.
Tampoco importa mucho efectuarlas aparentemente tan bien como otras personas
(los modelos de un libro, por ejemplo), pues lo más importante del āsana no se puede ver en las
fotografías. Hay personas muy flexibles que no se puede decir que hagan yoga,
aunque ejecuten con facilidad posturas de yoga; también hay personas que con un
mínimo de flexibilidad son auténticos yoguis, pues practican en perfecta
relajación y concentración.
28. No violencia
Ahiṃsā se puede traducir por amabilidad, no-violencia; no
hacer daño a los demás, ni a uno mismo.
Este término significa ser consciente de cómo
nos tratamos a nosotros mismos, a los otros y al entorno. Hay que relacionarse
con todo y en todos los sentidos con extremo cuidado. Nos dañamos a nosotros mismos cuando tratamos sin respeto a los
demás seres vivos y al medio ambiente. No causar daño es la actitud
fundamental. Aunque su estimación sea muy subjetiva, esta actitud debe tomarse
en sentido amplio ya que con su práctica el yogui tiende hacia la armonía y la
serenidad emocional. Realmente, no es posible actuar sin ocasionar
absolutamente daño alguno; la recomendación consiste en optar siempre por la
acción menos dañina para los demás. Actuando así, poco a poco se extenderá
dicha actitud en el entorno.
27. Practicar meditación
Para practicar meditación hay dos condiciones
básicas: el desapego total y la práctica continuada. No hay que fijarse metas.
No importa que aparezcan pensamientos; es más, deben aparecer. Lo que hay que
hacer es “no hacer nada”. Ser observador. Ser
consciente de cada pensamiento, de cada sensación y, siendo consciente de ello,
situarse de forma natural en otro centro, desapegado de las cosas y observando
con indiferencia. La técnica que recomiendo es la no-técnica. Habrá
meditaciones buenas y meditaciones malas pero no hay que afectarse por los
adjetivos bueno y malo. Lo importante es la meditación misma: la perseverancia
en la quietud sostenida. Aunque Patañjali describe minuciosamente varias etapas
en el camino del Yoga, en realidad no hay tales etapas en sentido escalonado, o
mejor aún, no se necesita pasar por etapas concretas, pues el objetivo está más
allá de lo imaginable.
26. Tipos de concentración
La concentración es
una técnica que puede conducirnos a la meditación, aunque no necesariamente. En
yoga, la concentración es el enfoque de la atención sobre un determinado
objeto, sea éste la respiración, una sensación corporal concreta o un punto
entre las cejas. Cuando nos concentramos, la atención no se mantiene de forma
continuada y hay que dirigirla una y otra vez hacia el objeto mediante la
fuerza de voluntad. Con la práctica, la atención se vuelve poderosa y la
distracción mental se produce de forma más dilatada, de modo que pueden surgir
pensamientos, ideas y recuerdos en torno al objeto de concentración. En este
estado continúa la voluntad del practicante para no apartarse del objeto de
concentración, aunque de forma más relajada y desarrollando una actitud
pasiva ante las ideas que surgen. Esto se denomina meditación.
Pero también podemos seguir con la atención
centrada en el objeto mientras reprimimos todos los pensamientos una y otra
vez, incluso el relacionado con dicho objeto, continuando así en un estado de
concentración mental cada vez más profundo. Ahora no surge la meditación porque
el practicante no se abre al pensamiento creativo. Entonces, continúa
practicando un simple ejercicio intelectual con objeto de desarrollar la
atención, la memoria u otra capacidad mental. Esta es la concentración
desarrollada por científicos, escritores y artistas, durante el desarrollo de
su actividad. La diferencia con el yoga es que la concentración “intelectual”
está cargada de tensión, mientras que la concentración yóguica se convierte
cada vez más en una actitud relajada.
25. La dieta del yogui
Tradicionalmente, la
dieta del yogui debe ser sana, equilibrada, agradable, armoniosa, simple y
adaptada al individuo, a la sociedad y al entorno que le rodea. Lo principal es
una dieta moderada que en las comidas principales deje libre una cuarta parte
del estómago y que consista preferentemente en
alimentos nutritivos y dulces, ni demasiado fríos, ni demasiado calientes. Se
desaconsejan una serie de alimentos que pueden considerarse “tamásicos”
(pesados, no frescos) y “rajásicos” (excitantes, cargados de toxinas), entre
los que cabría incluir la carne y el pescado, pero también numerosos vegetales
entre los que destacan el ajo y la cebolla. Se recomiendan alimentos “sátvicos”
(puros), como cereales integrales, legumbres, leche y mantequilla, así como verduras
y frutas locales.
En nuestra cultura
actual, lo más recomendable siempre debe ser una dieta agradable, mezcla entre
vegetariana, macrobiótica y mediterránea, consumiendo productos ecológicos,
locales y de temporada, muy frescos y con la menor cantidad posible de toxinas.
También resulta muy conveniente practicar ayuno intermitente que permita la práctica con la digestión completamente finalizada.
lunes, 11 de noviembre de 2024
24. Dieciocho notas sobre la práctica
kapotāsana
1) Si durante un
estiramiento sentimos dolor, lo estamos haciendo mal; 2) Si te pasas un solo
milímetro, el estiramiento es dañino; 3) El dolor no se elimina añadiendo más
dolor; 4) El yoga puede curarlo todo excepto los problemas causados por una
mala práctica; 5) Durante el estiramiento, hay que evitar “tirones” y
“empujones”; 6) En la India, la palabra “yoga” y “meditación” son sinónimos; 7)
Lo más importante durante la práctica es lo que no se ve; 8) Hay que servirse
de la respiración para moverse de una a otra postura; 9) El alineamiento
perfecto en la postura es esencial: todo el mundo es más fuerte, tenso y débil
en un lado del cuerpo; 10) Conocer palabras en sánscrito no hace mejor yogui a
un practicante; 11) La relajación final es una parte imprescindible de la
práctica de āsanas; 12) A lo largo de
la vida, la práctica en solitario se convertirá en lo más importante; 13) Hay
que desarrollar una práctica personal propia, lenta, segura. Si lo hacemos
correctamente, debemos finalizar la práctica diaria con una sensación de
alegría y bienestar; 14) Debemos practicar yoga diariamente, al menos cinco o
seis días a la semana. Las personas dedicadas por completo al yoga practican
unas tres o cuatro horas por la mañana y dos o tres horas por la tarde, principalmente
āsanas, prāṇāyāma y
meditación; 15) El yoga es para todo el mundo, sanos o con limitaciones
físicas, desde los 9 hasta los 90 años; 16) El estrés es como un bloqueo de
energía; el yoga refuerza el sistema nervioso y lo desbloquea; 17) El objetivo
de las āsanas es alcanzar y mantener
un óptimo estado de salud psicofísica que nos permita practicar la meditación
en las mejores condiciones; 18) Los primeros diez años de práctica son solo la
preparación para la verdadera práctica; los siguientes diez años son la consolidación
de la práctica; solo a partir de los veinte años se puede afirmar que el
practicante es un yogui comprometido.
23. Auténtico haṭhayoga
El practicante intenso de haṭhayoga
purifica su sistema nervioso y fortalece el cuerpo a semejante grado que logra
alejarse de sensaciones extremas como el calor y el frío, el dolor y el placer,
e incluso el hambre y la sed, hasta límites insospechados. El experto
practicante de haṭhayoga puede permanecer sin comida o sin agua durante
periodos de tiempo inalcanzables por el ser humano no entrenado.
El haṭhayoga puede
realmente conducir a una persona a la iluminación, pero sus exigencias son
aptas solo para aquéllos que están dispuestos a comprometerse en una severa
disciplina. El verdadero practicante debe vivir aislado de la sociedad
ordinaria y debe emprender prácticas radicales que exigen ayunos y austeridades
potencialmente peligrosas. Su práctica le ocupará la mayor parte del día y la
noche, dejando poco tiempo para otras actividades. El haṭhayoga todavía se practica en su forma auténtica en regiones
remotas de áreas salvajes, y resulta inaccesible al curioso o poco
comprometido.
22. Simbolismo de las āsanas
Actualmente se pueden encontrar numerosos libros que
abordan la práctica del yoga desde una perspectiva exclusivamente anatómica y
fisiológica. Sin negar el interés que estos trabajos puedan tener, sin duda
tales estudios sólo pueden ser superficiales o completamente ajenos al yoga.
Las āsanas son el elemento más visible del yoga y el más conocido
popularmente; por eso mismo, también es el más castigado por unos tiempos donde
la superficialidad y la apariencia son sus señas de identidad. Por lo demás,
las āsanas son un elemento
imprescindible en toda técnica de yoga, por muy avanzada que esta sea, ya que
siempre se precisará una postura corporal estable como base para cualquier tipo
de técnica posterior. Precisamente, como las āsanas son un elemento siempre presente en la práctica del yoga,
desde la perspectiva moderna se ha llegado a reducir el yoga en su totalidad al
aspecto más exterior y formal de la práctica.
Hoy en día, es típico confundir la parte con el
todo, y tampoco deberíamos sorprendernos de que con el caso particular del yoga
ocurra lo mismo. Desde el punto de vista del practicante, la forma exterior de
una āsana no tiene tanto interés como
lo que está sucediendo dentro de esa misma forma. Todas las escrituras
directamente relacionadas con el yoga físico (haṭhayoga) hacen
referencia a las āsanas, si no le
dedican un capítulo exclusivo para su desarrollo. Ya en el Gorakṣaśataka
se dice que “Śiva enumeró 8.400.000 āsanas
diferentes”, tantas como tipos de animales existen en la tierra. Ni que decir
tiene que aquí el número de āsanas es
puramente simbólico. Lo que sí cabe señalar es que Śiva se inspiró en
las formas animales como modelo para las āsanas.
En efecto, muchas āsanas de yoga
hacen referencia a la naturaleza y, en concreto, a distintos aspectos animales.
Además, en numerosas fuentes, a Śiva se le denomina “señor de los
animales” y está relacionado directamente con algunos de ellos. También hay āsanas tradicionales con nombres de
dioses, héroes populares y objetos comunes. En todos los casos se buscaba la
identificación del practicante con el simbolismo reflejado por la āsana.
21. Estabilidad emocional
Para encontrar estabilidad emocional se recomienda en el yogui una
actitud de empatía con los demás y alejamiento de las situaciones negativas. La
mente se pacifica generando amabilidad, compasión, alegría y ecuanimidad en
situaciones de felicidad, desgracia, mérito y demérito (Yogasūtra I.33). Los Yogasūtras son un texto que sintetiza
enseñanzas de muchas tradiciones de sabios y místicos de la India. En el
tratado de Patañjali, además de todos los ingredientes propios de un sistema
filosófico propio, se pueden encontrar enseñanzas del Tantrismo, el Jainismo,
las antiguas Upaniṣads..., pero destacan sobre todo dos grandes
influencias: el Sāṃkhya y las escuelas del Budismo Theravada. Este sūtra
es un ejemplo claro de la influencia del budismo sobre Patañjali. O… ¿quizás
ambos sistemas provengan de una misma tradición?
20. El liberado en vida
Una vez que el yogui alcanza el escalón más elevado del ser, todavía posee algún apego a los frutos de la iluminación. Pero finalmente incluso este apego tiene que cesar. Ahora, su único objetivo es mantener la conciencia en sí misma, inalterable incluso ante las mínimas apetencias mundanas. Esto es lo que se conoce como completo desapego. La recompensa es el “énstasis de la nube de dharma”, es decir, un estado de samādhi permanente que permite al yogui actuar siempre de forma correcta, incluso sin pensar en ello. Este es el estado del liberado en vida.
Cuando una persona alcanza la iluminación, decimos
que ha despertado o que se ha liberado. Estos conceptos hacen referencia a la
adquisición de un conocimiento especial, extraordinario, que nos conduce de la
ignorancia a la sabiduría, de la oscuridad a la luz. Patañjali nos dice que
dicho estado es producto del máximo desapego; tanto es así que lo denomina
“aislamiento trascendental del observador en sí mismo”. Dicho estado se alcanza
a través de la perfección en el samādhi, aunque no necesariamente. La
persona liberada está libre por completo de todo temor y es plenamente feliz.
No rechaza nada en absoluto, pues para él las cosas están bien tal como son. A
él no le condiciona ningún deseo y permanece totalmente aparte de apegos y
ataduras. Ha desarrollado también compasión y amor extraordinarios por todas
las formas existentes, al comprender que todo está interconectado, desplegando
así un altruismo perfecto. Y sobre todo, comprende lo que es él mismo, en su
esencia; comprende lo que son las cosas realmente y sabe sin lugar a dudas cuál
es su lugar en el juego del universo. Es como si la persona liberada hubiese
trascendido las limitaciones ordinarias del conocimiento, como si se hubiese
desplazado de su lugar en el mundo a otro con una perspectiva cien mil veces
más amplia. Durante la meditación podemos tener destellos de iluminación,
incontrolables, diminutos y frágiles, pero tan profundos que pueden marcar
hondamente nuestra práctica. Sin embargo, después de todo lo dicho hasta ahora,
y aunque podamos estar de acuerdo casi por completo, también debemos comprender
que todas estas palabras son nada más que “basura” intelectual. Pues nada de lo
que podamos expresar como producto de nuestro intelecto puede describir
apropiadamente un estado que trasciende al intelecto mismo. Tendemos a
considerar el estado iluminado como algo especial, algo que hay que lograr para
superar el miedo y el dolor, pero no tenemos en cuenta que en verdad no hay
nada que superar. Solo hay que armonizarse y fluir perfectamente con lo que, de
por sí, ya es perfecto. La liberación, entonces, ¡no es nada especial! Es algo
inherente a nosotros mismos, pero que nos obstinamos en no reconocer.
19. Series de āsanas
Una sesión de āsanas debe ser armoniosa. Lo importante no es solo hacer correctamente las āsanas, sino pasar de una a otra sin brusquedad, sin violencia, con movimientos lentos y de forma coordinada con el ritmo respiratorio. La transición de una a otra postura debe ser como el aceite fluyendo de un recipiente a otro. En realidad, no hay posturas separadas; toda la sesión es un encadenamiento entre posturas. Si adoptamos una serie de āsanas correcta, los efectos positivos aumentarán proporcionalmente. El objetivo de la secuenciación es aumentar la serenidad mental y entrar así en un estado de yoga elevado. Cuando alcanzamos una mente serena después de una sesión agradable, ¿podríamos asegurar que es consecuencia de una sola āsana? ¿A qué āsana se le podría asignar tal efecto? Aunque pudiéramos seguir todos los detalles técnicos mencionados en los libros, cuando se domina una postura nos damos cuenta que los detalles más sutiles cambian; no están expresados en ninguna parte. Los efectos de la postura sobre la cabeza después de las flexiones hacia atrás son diferentes si la efectuamos después de las flexiones hacia adelante, aunque apliquemos la misma técnica. Por tanto, según cómo se haga una postura se determinará la ejecución de la siguiente. Debemos tener en cuenta la secuenciación. La técnica de una postura dependerá de la que la precede y de cómo se ha hecho.
En la creación de una serie de posturas deben
tenerse en cuenta tres aspectos: los detalles técnicos, el orden dentro de la
serie y el tiempo de permanencia. Aunque se observe meticulosamente la técnica,
también hay que practicar teniendo en cuenta la duración. Si hacemos la postura
sobre la cabeza durante un minuto, aunque observemos todos los detalles de
forma rigurosa, no obtendremos beneficios apreciables. Para ello, debemos
permanecer durante un tiempo mínimo superior, como en un periodo de gestación. Por
otro lado, una sola postura no proporciona una estructura, aunque se haga
perfecta, y no obtendrá los mismos efectos que se obtienen integrándola en una
serie. Además, la secuenciación no puede ser algo rígido, como los cursos que
se presentan en muchos manuales de yoga. La serie es algo que se desarrolla de
forma muy subjetiva. Sobre los aspectos más profundos de la práctica no se
puede imponer una forma estricta de actuar. Depende del estado mental concreto
en que nos encontremos y de los condicionamientos de nuestra mente. Una vez que
seamos íntimos con la psicología y la fisiología de las āsanas, entonces
seremos capaces de programar una serie correcta para cada momento y situación.
Pero, por supuesto, esto lleva mucho tiempo… Hasta entonces, tendremos que
depender de un buen profesor.
18. Meditación en el budismo y en el yoga
Tanto en la
práctica de la meditación budista como en la del yoga se acepta a todo el que
tenga la suficiente inquietud para adentrarse en ella. La diferencia es que
seguir la vía de la meditación budista es tan duro, tan difícil al principio,
que muy pocos perseveran, mientras que en el yoga es más agradable, más cercano
a nuestra vida ordinaria y no produce el tremendo choque de los caminos
budistas. El zen, por ejemplo, va directo al objetivo, sin rodeos, sin adornos;
podríamos decir que la práctica de la meditación en el zen es la práctica del
yoga especializado en una sola postura. La esencia de la postura de meditación
es la práctica más pura de yoga que podemos encontrar. Hoy en día, en el yoga
occidentalizado se ha perdido bastante el enfoque meditativo y no hay que
olvidar que la meditación es la práctica principal del yoga. Por eso muchas
personas, especialmente seguidoras de los nuevos métodos de moda implantados en
la sociedad occidental complementan su práctica con la meditación zen, la meditación
budista tibetana o la meditación vipassana. La propuesta de estas escuelas de
yoga con respecto a la meditación es que durante la ejecución de las āsanas
se puede mantener una actitud meditativa y profundizar tanto como con otros
métodos de meditación inmóvil en la postura del loto. Se trata de una opinión
respetable, pero en ningún caso permite alcanzar la intensidad de la meditación
profunda de los sistemas budistas.
Por otro lado, hay escuelas del budismo en que se desvela
el samādhi más elevado de forma espontánea e inmediata, tan inmediata
que incluso se afirma que ya estamos en él. Por contra, el yoga es un
procedimiento progresivo; trabaja con todos los aspectos del ser humano de
forma integral buscando la predisposición del practicante para que el samādhi
aparezca naturalmente. Son distintos enfoques del camino, aptos para distintas
personalidades y con un único y mismo objetivo: el conocimiento de lo que
realmente somos. En relación con la respiración, la meditación budista utiliza
un tipo específico de respiración abdominal con largas y profundas
espiraciones. En yoga, por contra, hay una gran variedad de respiraciones que
pueden utilizarse durante la práctica meditativa, aunque generalmente se
controla sólo durante los primeros minutos para inducir la interiorización,
olvidándola después para concentrarse en el objeto de meditación. Solamente,
cuando el objeto de meditación sea la respiración misma, ésta no se olvida pero
sí llega a ralentizarse hasta casi su suspensión.
17. Vivir el momento
Cualquiera que se
inicie en la práctica de la meditación debe saber que el simple hecho de
permanecer inmóvil, sentado con las piernas cruzadas durante quince minutos, ya
es una victoria.
Estar simplemente sentado con tranquilidad, es vivir
el momento presente, y eso está muy bien, independientemente del tiempo que
permanezcamos. Ciertamente, en cualquier etapa en que se encuentre el yogui,
siempre es lo mismo: ser lo que somos en ese momento. No es una cuestión de ser
bueno o malo, de practicar mejor o peor. Cuando empezamos a meditar es posible
que no entendamos nada de nuestro mundo interior, y esto también es correcto.
Nuestro conocimiento crecerá con los años, pero en cualquier momento seremos
perfectos siendo lo que somos. Porque si quedamos atrapados en emociones,
deseos o recuerdos, no podremos ver claramente las cosas como son. No podremos
percibir la esencia interior. No olvidemos que un pensamiento no es en sí más
que una pura entrada sensorial, un fragmento de energía. Pero tenemos miedo de
ver los pensamientos como son en realidad. El estado de iluminación no es tener
una experiencia determinada, sino la superación de toda experiencia. El estado
iluminado es pura observación no adulterada. Y esto es completamente distinto
de "tener una experiencia de iluminación". La iluminación es la
demolición de toda experiencia construida a base de pensamientos, fantasías,
recuerdos y esperanzas.
16. Haṭhayoga
El yoga tradicional
se divide en cinco grandes ramas: haṭhayoga, rājayoga, bhaktiyoga,
jñānayoga y karmayoga. Cabría preguntarse si estas divisiones
tienen o no una razón de ser, es decir, si cada una de ellas es por sí misma
una vía suficiente. En principio, el término “yoga” hace referencia a la unión
de dos fuerzas que actúan de manera conjunta y coordinada para alcanzar un
objetivo. De acuerdo con esto, solo el haṭhayoga podría llamarse yoga.
¿Qué ocurre entonces con las otras denominaciones?
En realidad, el rājayoga no está separado del
haṭhayoga. Más bien, es una parte integrante del mismo. Se trata de una
distinción artificial que popularizaron Vivekananda y la Sociedad Teosófica a
principios del siglo XX, pero que se arrastra históricamente desde la misma Bhagavadgītā.
Vivekananda era un filósofo del vedānta. Los seguidores de esta escuela
parten del principio de que el mundo es ilusorio y por ello quieren alejarse de
él para regresar lo más rápido posible al Absoluto. Consideran que el cuerpo es
un obstáculo, una atadura que nos atasca en el aspecto material y nos impide
fundirnos en lo ilimitado. Por eso, al menos Vivekananda y los primeros
seguidores de su maestro Ramakrishna, descuidaban el cuerpo y rechazaban las āsanas.
Patañjali no llamó a sus aforismos “Tratado de Rājayoga”. Realmente, jamás ha
existido distinción entre el haṭhayoga, considerado como la forma física
del yoga, y el rājayoga, o “yoga mental”. Es una distinción artificial
que se opone al espíritu mismo del yoga. En cuanto al karma, bhakti
y jñāna, en la India se denominan margas o “caminos”, en lugar de
“yogas”. Serían, pues, la “vía de la acción desinteresada”, la “vía de la
devoción a lo Absoluto” y la “vía del conocimiento filosófico”,
respectivamente. Si bien Vivekananda (y otros antes que él) equiparó estas margas
con el yoga, sin duda, jamás encontraríamos la acepción rājamārga y, por
tanto, rājayoga carecería de significado. Sólo el haṭhayoga (que
incluye al rājayoga) es lo que en nuestros días puede considerarse simplemente yoga o yoga integral.
Es cierto que en el Bhagavadgītā se habla de bhaktiyoga,
jñānayoga y karmayoga, pero hay que tener en cuenta que estas
denominaciones son los títulos de sus correspondientes capítulos. Esta obra
tiene dieciocho capítulos y cada uno de ellos se titula como un yoga distinto.
Así, además de los citados y en plan de igualdad con ellos, tenemos los yogas
del desaliento de Arjuna, del sāṁkhya, de la renunciación, de la
meditación, del Brahman imperecedero, etc. Cuando se cita el término yoga en el
Bhagavadgītā, se hace en el sentido de marga o camino espiritual,
sin relación alguna con el yoga como sistema técnico. Lo que trato de aclarar
es que, de acuerdo con la etimología de la palabra “yoga”, deberíamos considerar
como tal, única y exclusivamente el haṭhayoga, el sistema integral que
propone un conjunto de técnicas psicofísicas conducentes a la liberación de la
ignorancia espiritual. Lamentablemente, por extensión, la palabra “yoga” se ha
aplicado históricamente a cualquier camino espiritual dentro del seno del
hinduismo.
El haṭhayoga no son solo āsanas, ni
mucho menos. Se trata de un sistema completo basado en los ocho pasos del yoga
de Patanjali, pero que se ocupa en detalle de la parte psicofísica o energética
del yoga. En haṭhayoga se observan códigos de conducta, y se establecen
ciertas técnicas de “purificación” o “limpieza de impurezas”, antes de que el
practicante se dedique a la práctica de las āsanas. Una vez dominadas
éstas, el practicante continúa con ejercicios muy sofisticados de respiración (prāṇāyāma), siendo este paso quizás el
más importante del haṭhayoga. Pero el haṭhayoga no termina aquí.
La práctica continúa con ciertas técnicas, muchas veces extrañas al yoga que se
ha impuesto en nuestra cultura, denominadas “sellos” (mudrās) y “cierres”
(bandas). La absorción sensorial (pratyāhāra) es el siguiente
paso del practicante, antes de introducirse en los laberintos de la
concentración, la meditación y el samādhi. Es verdad que se denomina rājayoga
al conjunto de estos tres o cuatro últimos pasos, pero en mi opinión, creo que
deberíamos considerar el rājayoga sencillamente como la parte más sutil y
elevada del haṭhayoga.
15. La realidad
bharadvājāsana
La realidad de un objeto es el hecho de que lo
identificamos como uno y el mismo a pesar de su cambio constante, tanto a nivel
externo de sus propiedades físicas como a nivel interno de sus propiedades más
sutiles. Pero la realidad del mundo es únicamente el estado presente, el
instante, y nuestra conciencia no lo capta de esta forma. Para la conciencia
ordinaria, el presente es como una sucesión de instantes en los cuales tienen
lugar cambios en los objetos. Los objetos pasan de un estado futuro a otro
presente y otro pasado, y el cambio es tan armonioso que la mente otorga
apariencia de realidad a dicha percepción. Ciertamente, las transformaciones de
la naturaleza no son arbitrarias o incontroladas sino que siguen un desarrollo
mediante el cual crean un movimiento homogéneo que convierte al objeto en único
y distinto.
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