martes, 26 de noviembre de 2024

34. Menstruación

Theos Bernard en padmamatsyāsana
 

Durante los tres primeros días de menstruación no se deben practicar posturas en las que el útero se halle en posición invertida, como la vela, el arado, la postura sobre la cabeza, el perro invertido o el puente. Tampoco es aconsejable practicar posturas que compriman el vientre, como el arco o la torsión; o kriyas del vientre, como uḍḍiyāna o naulī. Los ejercicios para fortalecer la musculatura abdominal, como elevaciones de piernas y similares, tampoco son convenientes. Por contra, son aconsejables las flexiones suaves hacia adelante, como el niño, la pinza y sus variaciones; aberturas de caderas, como la mariposa; posturas suaves de extensión hacia atrás que no aprieten el vientre, como el camello o el perro cara arriba y, especialmente, la relajación en posición tumbada con las piernas elevadas y apoyadas en un cojín o en una manta doblada.


33. Concentración

 

Un joven B.K.S. Iyengar en bhujapidāsana

Cuando se practica la concentración (dhāraṇā) no hay que "forzar" o "tratar de conseguir" que la mente se concentre. Cuando se fuerza la atención hacia un punto, esa misma intención o fuerza que enfocamos supone en sí misma un elemento perturbador que requiere de enorme energía con el fin de mantener la atención deseada. Se trata, más bien, de apartarse de los elementos perturbadores: practicar en un lugar y hora tranquilos, alejados de estímulos sensoriales.

T.K.V. Desikachar explica todo esto con el siguiente ejemplo: "imagine una gran presa de agua que los agricultores usan para regar sus tierras. Hay canales que salen de ella en diferentes direcciones. Si el agricultor cavó todos los canales a la misma profundidad, el agua correrá igual en todos lados. Pero si un canal es más profundo que los otros, correrá más agua por él. Esto es lo que pasa en la concentración: creamos las condiciones en la mente para enfocar su atención en una dirección, en lugar de que salga en muchas otras". Patañjali aclara totalmente este tema: "hay que limitarse a escoger entre las distintas posibilidades, igual que actúa un campesino cuando riega el campo conduciendo el agua por los canales apropiados". Así pues, se trata más de quitar que de añadir y más de ajustar que de forzar el curso de las cosas.

Quizás la traducción más adecuada para dhāraṇā no sea “concentración”, pues nos condiciona a asimilarla con la concentración mental occidental, propia del científico o del filósofo. Dhāraṇā es el inicio o la puerta de acceso a lo que llamamos, también de forma no muy apropiada, “meditación” (dhyāna). Dhāraṇā no se entiende sin dhyāna, y al revés. Para poner un ejemplo práctico, cuando nos sentamos para buscar la interiorización y pacificación de la mente, es muy común empezar observando la respiración. Surgen distracciones continuamente, y para superarlas es preciso efectuar un esfuerzo mental mínimo a fin de volver a observar el movimiento respiratorio. No se trata de analizar en detalle el proceso de la respiración, lo cual implicaría un importante esfuerzo extra; se trata, más bien, de hacer uso de un esfuerzo que consiste precisamente en la relajación del esfuerzo natural, hasta que cesa completamente y dhāraṇā se transforma en dhyāna. Evidentemente, con la práctica continuada, ese mínimo esfuerzo requerido disminuye cada vez más.


32. Técnicas de limpieza

 

K. Pattabhi Jois con su nieto Sarath

Las prácticas de limpieza tienen bastante importancia para muchas escuelas tradicionales de haṭhayoga; sin embargo, los seguidores de Krishnamacharya (Iyengar, Pattabhi Jois y Desikachar, principalmente) no las dan casi valor pues consideran que la práctica de āsanas y prāṇāyāma es suficiente para purificar el cuerpo. Las técnicas más sencillas, como la limpieza nasal, la limpieza de ojos o la limpieza pulmonar, pueden aprenderse y practicarse sin peligro y sin necesidad de acudir a un maestro; pero también hay técnicas complicadas que pueden ser muy peligrosas si se aprenden por uno mismo. Mientras que las técnicas sencillas pueden ser muy útiles (pero no imprescindibles) para preparar el cuerpo para la práctica del prāṇāyāma y la concentración, las más complicadas no creo que sean tan necesarias para el practicante de yoga occidental; se trata en estos casos de métodos propios del ayurveda o medicina tradicional de la India y, como tales, útiles ante ciertos problemas físicos pero de poco valor si el practicante se encuentra relativamente sano.


31. Abstracción sensorial

T. Krishnamacharya en mūlabandhāsana
 

Cuando la práctica de las técnicas de respiración (prāṇāyāma) es intensa y sin saber muy bien porqué, sucede algo... que nos hace más sensibles y receptivos, que nos inunda y nos transforma, aunque solo sea por unos momentos, dejando una profunda sensación de alegría interior. El prāṇāyāma conlleva un estado de euforia en el que se puede experimentar la abstracción sensorial. No es que los sentidos desaparezcan, sino que no nos arrastran. Pero la abstracción sensorial (pratyāhāra) no es un estado que aparezca solo tras la práctica del prāṇāyāma. Puede surgir sin proponérnoslo, cuando se crean las condiciones adecuadas, mediante la práctica de cualquiera de las técnicas del yoga.


lunes, 18 de noviembre de 2024

30. Contraposturas

 

Un joven TKV Desikachar en padmamayūrāsana

En algunos centros de yoga no se practican contraposturas. Por ejemplo, en el Yoga Iyengar no se utilizan contraposturas específicas para las āsanas intensas, sino que más bien se organiza la sesión en bloques de posturas similares que se ordenan de tal forma que un bloque entero constituye la contrapostura (o el complemento) del bloque anterior, y así sucesivamente. Sin embargo, lo más corriente es efectuar contraposturas siempre que se hagan posiciones extremas, especialmente cuando el practicante no es avanzado, o cuando “sentimos” que es necesario practicar una āsana suave de sentido opuesto a las practicadas inmediatamente antes (influye mucho la “sensibilidad” del practicante o la del profesor). En cualquier caso, las contraposturas constituyen un seguro ante cualquier exceso en las āsanas y es totalmente aconsejable practicarlas.


29. Perfeccionar las āsanas

garbhapinḍāsana
 

Hay que practicar āsanas tratando siempre de perfeccionarlas, aunque lo difícil es determinar cuándo las practicamos "perfectamente". Siempre habrá posturas que podremos practicar con más facilidad y otras que nunca podremos siquiera intentar, debido a nuestra constitución física, edad, etc. Tampoco importa mucho efectuarlas aparentemente tan bien como otras personas (los modelos de un libro, por ejemplo), pues lo más importante del āsana no se puede ver en las fotografías. Hay personas muy flexibles que no se puede decir que hagan yoga, aunque ejecuten con facilidad posturas de yoga; también hay personas que con un mínimo de flexibilidad son auténticos yoguis, pues practican en perfecta relajación y concentración.


28. No violencia

 

baddhapadmāsana

Ahiṃsā se puede traducir por amabilidad, no-violencia; no hacer daño a los demás, ni a uno mismo.

Este término significa ser consciente de cómo nos tratamos a nosotros mismos, a los otros y al entorno. Hay que relacionarse con todo y en todos los sentidos con extremo cuidado. Nos dañamos a nosotros mismos cuando tratamos sin respeto a los demás seres vivos y al medio ambiente. No causar daño es la actitud fundamental. Aunque su estimación sea muy subjetiva, esta actitud debe tomarse en sentido amplio ya que con su práctica el yogui tiende hacia la armonía y la serenidad emocional. Realmente, no es posible actuar sin ocasionar absolutamente daño alguno; la recomendación consiste en optar siempre por la acción menos dañina para los demás. Actuando así, poco a poco se extenderá dicha actitud en el entorno.


27. Practicar meditación

 

Swami Chidananda en meditación

Para practicar meditación hay dos condiciones básicas: el desapego total y la práctica continuada. No hay que fijarse metas. No importa que aparezcan pensamientos; es más, deben aparecer. Lo que hay que hacer es “no hacer nada”. Ser observador. Ser consciente de cada pensamiento, de cada sensación y, siendo consciente de ello, situarse de forma natural en otro centro, desapegado de las cosas y observando con indiferencia. La técnica que recomiendo es la no-técnica. Habrá meditaciones buenas y meditaciones malas pero no hay que afectarse por los adjetivos bueno y malo. Lo importante es la meditación misma: la perseverancia en la quietud sostenida. Aunque Patañjali describe minuciosamente varias etapas en el camino del Yoga, en realidad no hay tales etapas en sentido escalonado, o mejor aún, no se necesita pasar por etapas concretas, pues el objetivo está más allá de lo imaginable.


26. Tipos de concentración

 

Un joven Swami Vishnudevananda  en siddhāsana

La concentración es una técnica que puede conducirnos a la meditación, aunque no necesariamente. En yoga, la concentración es el enfoque de la atención sobre un determinado objeto, sea éste la respiración, una sensación corporal concreta o un punto entre las cejas. Cuando nos concentramos, la atención no se mantiene de forma continuada y hay que dirigirla una y otra vez hacia el objeto mediante la fuerza de voluntad. Con la práctica, la atención se vuelve poderosa y la distracción mental se produce de forma más dilatada, de modo que pueden surgir pensamientos, ideas y recuerdos en torno al objeto de concentración. En este estado continúa la voluntad del practicante para no apartarse del objeto de concentración, aunque de forma más relajada y desarrollando una actitud pasiva ante las ideas que surgen. Esto se denomina meditación.

Pero también podemos seguir con la atención centrada en el objeto mientras reprimimos todos los pensamientos una y otra vez, incluso el relacionado con dicho objeto, continuando así en un estado de concentración mental cada vez más profundo. Ahora no surge la meditación porque el practicante no se abre al pensamiento creativo. Entonces, continúa practicando un simple ejercicio intelectual con objeto de desarrollar la atención, la memoria u otra capacidad mental. Esta es la concentración desarrollada por científicos, escritores y artistas, durante el desarrollo de su actividad. La diferencia con el yoga es que la concentración “intelectual” está cargada de tensión, mientras que la concentración yóguica se convierte cada vez más en una actitud relajada.


25. La dieta del yogui

 

uṣṭrāsana

Tradicionalmente, la dieta del yogui debe ser sana, equilibrada, agradable, armoniosa, simple y adaptada al individuo, a la sociedad y al entorno que le rodea. Lo principal es una dieta moderada que en las comidas principales deje libre una cuarta parte del estómago y que consista preferentemente en alimentos nutritivos y dulces, ni demasiado fríos, ni demasiado calientes. Se desaconsejan una serie de alimentos que pueden considerarse “tamásicos” (pesados, no frescos) y “rajásicos” (excitantes, cargados de toxinas), entre los que cabría incluir la carne y el pescado, pero también numerosos vegetales entre los que destacan el ajo y la cebolla. Se recomiendan alimentos “sátvicos” (puros), como cereales integrales, legumbres, leche y mantequilla, así como verduras y frutas locales.

En nuestra cultura actual, lo más recomendable siempre debe ser una dieta agradable, mezcla entre vegetariana, macrobiótica y mediterránea, consumiendo productos ecológicos, locales y de temporada, muy frescos y con la menor cantidad posible de toxinas.

También resulta muy conveniente practicar ayuno intermitente que permita la práctica con la digestión completamente finalizada.


lunes, 11 de noviembre de 2024

24. Dieciocho notas sobre la práctica

 

kapotāsana

1) Si durante un estiramiento sentimos dolor, lo estamos haciendo mal; 2) Si te pasas un solo milímetro, el estiramiento es dañino; 3) El dolor no se elimina añadiendo más dolor; 4) El yoga puede curarlo todo excepto los problemas causados por una mala práctica; 5) Durante el estiramiento, hay que evitar “tirones” y “empujones”; 6) En la India, la palabra “yoga” y “meditación” son sinónimos; 7) Lo más importante durante la práctica es lo que no se ve; 8) Hay que servirse de la respiración para moverse de una a otra postura; 9) El alineamiento perfecto en la postura es esencial: todo el mundo es más fuerte, tenso y débil en un lado del cuerpo; 10) Conocer palabras en sánscrito no hace mejor yogui a un practicante; 11) La relajación final es una parte imprescindible de la práctica de āsanas; 12) A lo largo de la vida, la práctica en solitario se convertirá en lo más importante; 13) Hay que desarrollar una práctica personal propia, lenta, segura. Si lo hacemos correctamente, debemos finalizar la práctica diaria con una sensación de alegría y bienestar; 14) Debemos practicar yoga diariamente, al menos cinco o seis días a la semana. Las personas dedicadas por completo al yoga practican unas tres o cuatro horas por la mañana y dos o tres horas por la tarde, principalmente āsanas, prāṇāyāma y meditación; 15) El yoga es para todo el mundo, sanos o con limitaciones físicas, desde los 9 hasta los 90 años; 16) El estrés es como un bloqueo de energía; el yoga refuerza el sistema nervioso y lo desbloquea; 17) El objetivo de las āsanas es alcanzar y mantener un óptimo estado de salud psicofísica que nos permita practicar la meditación en las mejores condiciones; 18) Los primeros diez años de práctica son solo la preparación para la verdadera práctica; los siguientes diez años son la consolidación de la práctica; solo a partir de los veinte años se puede afirmar que el practicante es un yogui comprometido.

23. Auténtico haṭhayoga


Un joven BKS Iyengar en Eka Pada Rājakapotāsana
 

El practicante intenso de haṭhayoga purifica su sistema nervioso y fortalece el cuerpo a semejante grado que logra alejarse de sensaciones extremas como el calor y el frío, el dolor y el placer, e incluso el hambre y la sed, hasta límites insospechados. El experto practicante de haṭhayoga puede permanecer sin comida o sin agua durante periodos de tiempo inalcanzables por el ser humano no entrenado.

El haṭhayoga puede realmente conducir a una persona a la iluminación, pero sus exigencias son aptas solo para aquéllos que están dispuestos a comprometerse en una severa disciplina. El verdadero practicante debe vivir aislado de la sociedad ordinaria y debe emprender prácticas radicales que exigen ayunos y austeridades potencialmente peligrosas. Su práctica le ocupará la mayor parte del día y la noche, dejando poco tiempo para otras actividades. El haṭhayoga todavía se practica en su forma auténtica en regiones remotas de áreas salvajes, y resulta inaccesible al curioso o poco comprometido.


22. Simbolismo de las āsanas


T. Krishnamacharya en pinchapadmamayūrāsana
 

Actualmente se pueden encontrar numerosos libros que abordan la práctica del yoga desde una perspectiva exclusivamente anatómica y fisiológica. Sin negar el interés que estos trabajos puedan tener, sin duda tales estudios sólo pueden ser superficiales o completamente ajenos al yoga. Las āsanas son el elemento más visible del yoga y el más conocido popularmente; por eso mismo, también es el más castigado por unos tiempos donde la superficialidad y la apariencia son sus señas de identidad. Por lo demás, las āsanas son un elemento imprescindible en toda técnica de yoga, por muy avanzada que esta sea, ya que siempre se precisará una postura corporal estable como base para cualquier tipo de técnica posterior. Precisamente, como las āsanas son un elemento siempre presente en la práctica del yoga, desde la perspectiva moderna se ha llegado a reducir el yoga en su totalidad al aspecto más exterior y formal de la práctica.

Hoy en día, es típico confundir la parte con el todo, y tampoco deberíamos sorprendernos de que con el caso particular del yoga ocurra lo mismo. Desde el punto de vista del practicante, la forma exterior de una āsana no tiene tanto interés como lo que está sucediendo dentro de esa misma forma. Todas las escrituras directamente relacionadas con el yoga físico (haṭhayoga) hacen referencia a las āsanas, si no le dedican un capítulo exclusivo para su desarrollo. Ya en el Gorakṣaśataka se dice que “Śiva enumeró 8.400.000 āsanas diferentes”, tantas como tipos de animales existen en la tierra. Ni que decir tiene que aquí el número de āsanas es puramente simbólico. Lo que sí cabe señalar es que Śiva se inspiró en las formas animales como modelo para las āsanas. En efecto, muchas āsanas de yoga hacen referencia a la naturaleza y, en concreto, a distintos aspectos animales. Además, en numerosas fuentes, a Śiva se le denomina “señor de los animales” y está relacionado directamente con algunos de ellos. También hay āsanas tradicionales con nombres de dioses, héroes populares y objetos comunes. En todos los casos se buscaba la identificación del practicante con el simbolismo reflejado por la āsana.


21. Estabilidad emocional


kukkuṭāsana 

Para encontrar estabilidad emocional se recomienda en el yogui una actitud de empatía con los demás y alejamiento de las situaciones negativas. La mente se pacifica generando amabilidad, compasión, alegría y ecuanimidad en situaciones de felicidad, desgracia, mérito y demérito (Yogasūtra I.33). Los Yogasūtras son un texto que sintetiza enseñanzas de muchas tradiciones de sabios y místicos de la India. En el tratado de Patañjali, además de todos los ingredientes propios de un sistema filosófico propio, se pueden encontrar enseñanzas del Tantrismo, el Jainismo, las antiguas Upaniṣads..., pero destacan sobre todo dos grandes influencias: el Sāṃkhya y las escuelas del Budismo Theravada. Este sūtra es un ejemplo claro de la influencia del budismo sobre Patañjali. O… ¿quizás ambos sistemas provengan de una misma tradición?


20. El liberado en vida


 Swami Chidananda meditando junto al Ganges


Una vez que el yogui alcanza el escalón más elevado del ser, todavía posee algún apego a los frutos de la iluminación. Pero finalmente incluso este apego tiene que cesar. Ahora, su único objetivo es mantener la conciencia en sí misma, inalterable incluso ante las mínimas apetencias mundanas. Esto es lo que se conoce como completo desapego. La recompensa es el “énstasis de la nube de dharma”, es decir, un estado de samādhi permanente que permite al yogui actuar siempre de forma correcta, incluso sin pensar en ello. Este es el estado del liberado en vida.

Cuando una persona alcanza la iluminación, decimos que ha despertado o que se ha liberado. Estos conceptos hacen referencia a la adquisición de un conocimiento especial, extraordinario, que nos conduce de la ignorancia a la sabiduría, de la oscuridad a la luz. Patañjali nos dice que dicho estado es producto del máximo desapego; tanto es así que lo denomina “aislamiento trascendental del observador en sí mismo”. Dicho estado se alcanza a través de la perfección en el samādhi, aunque no necesariamente. La persona liberada está libre por completo de todo temor y es plenamente feliz. No rechaza nada en absoluto, pues para él las cosas están bien tal como son. A él no le condiciona ningún deseo y permanece totalmente aparte de apegos y ataduras. Ha desarrollado también compasión y amor extraordinarios por todas las formas existentes, al comprender que todo está interconectado, desplegando así un altruismo perfecto. Y sobre todo, comprende lo que es él mismo, en su esencia; comprende lo que son las cosas realmente y sabe sin lugar a dudas cuál es su lugar en el juego del universo. Es como si la persona liberada hubiese trascendido las limitaciones ordinarias del conocimiento, como si se hubiese desplazado de su lugar en el mundo a otro con una perspectiva cien mil veces más amplia. Durante la meditación podemos tener destellos de iluminación, incontrolables, diminutos y frágiles, pero tan profundos que pueden marcar hondamente nuestra práctica. Sin embargo, después de todo lo dicho hasta ahora, y aunque podamos estar de acuerdo casi por completo, también debemos comprender que todas estas palabras son nada más que “basura” intelectual. Pues nada de lo que podamos expresar como producto de nuestro intelecto puede describir apropiadamente un estado que trasciende al intelecto mismo. Tendemos a considerar el estado iluminado como algo especial, algo que hay que lograr para superar el miedo y el dolor, pero no tenemos en cuenta que en verdad no hay nada que superar. Solo hay que armonizarse y fluir perfectamente con lo que, de por sí, ya es perfecto. La liberación, entonces, ¡no es nada especial! Es algo inherente a nosotros mismos, pero que nos obstinamos en no reconocer.


19. Series de āsanas


Un joven Swami Vishnudevananda impartiendo clases de yoga en Malasia 

Una sesión de āsanas debe ser armoniosa. Lo importante no es solo hacer correctamente las āsanas, sino pasar de una a otra sin brusquedad, sin violencia, con movimientos lentos y de forma coordinada con el ritmo respiratorio. La transición de una a otra postura debe ser como el aceite fluyendo de un recipiente a otro. En realidad, no hay posturas separadas; toda la sesión es un encadenamiento entre posturas. Si adoptamos una serie de āsanas correcta, los efectos positivos aumentarán proporcionalmente. El objetivo de la secuenciación es aumentar la serenidad mental y entrar así en un estado de yoga elevado. Cuando alcanzamos una mente serena después de una sesión agradable, ¿podríamos asegurar que es consecuencia de una sola āsana? ¿A qué āsana se le podría asignar tal efecto? Aunque pudiéramos seguir todos los detalles técnicos mencionados en los libros, cuando se domina una postura nos damos cuenta que los detalles más sutiles cambian; no están expresados en ninguna parte. Los efectos de la postura sobre la cabeza después de las flexiones hacia atrás son diferentes si la efectuamos después de las flexiones hacia adelante, aunque apliquemos la misma técnica. Por tanto, según cómo se haga una postura se determinará la ejecución de la siguiente. Debemos tener en cuenta la secuenciación. La técnica de una postura dependerá de la que la precede y de cómo se ha hecho.

En la creación de una serie de posturas deben tenerse en cuenta tres aspectos: los detalles técnicos, el orden dentro de la serie y el tiempo de permanencia. Aunque se observe meticulosamente la técnica, también hay que practicar teniendo en cuenta la duración. Si hacemos la postura sobre la cabeza durante un minuto, aunque observemos todos los detalles de forma rigurosa, no obtendremos beneficios apreciables. Para ello, debemos permanecer durante un tiempo mínimo superior, como en un periodo de gestación. Por otro lado, una sola postura no proporciona una estructura, aunque se haga perfecta, y no obtendrá los mismos efectos que se obtienen integrándola en una serie. Además, la secuenciación no puede ser algo rígido, como los cursos que se presentan en muchos manuales de yoga. La serie es algo que se desarrolla de forma muy subjetiva. Sobre los aspectos más profundos de la práctica no se puede imponer una forma estricta de actuar. Depende del estado mental concreto en que nos encontremos y de los condicionamientos de nuestra mente. Una vez que seamos íntimos con la psicología y la fisiología de las āsanas, entonces seremos capaces de programar una serie correcta para cada momento y situación. Pero, por supuesto, esto lleva mucho tiempo… Hasta entonces, tendremos que depender de un buen profesor.


18. Meditación en el budismo y en el yoga


 Flor de loto

Tanto en la práctica de la meditación budista como en la del yoga se acepta a todo el que tenga la suficiente inquietud para adentrarse en ella. La diferencia es que seguir la vía de la meditación budista es tan duro, tan difícil al principio, que muy pocos perseveran, mientras que en el yoga es más agradable, más cercano a nuestra vida ordinaria y no produce el tremendo choque de los caminos budistas. El zen, por ejemplo, va directo al objetivo, sin rodeos, sin adornos; podríamos decir que la práctica de la meditación en el zen es la práctica del yoga especializado en una sola postura. La esencia de la postura de meditación es la práctica más pura de yoga que podemos encontrar. Hoy en día, en el yoga occidentalizado se ha perdido bastante el enfoque meditativo y no hay que olvidar que la meditación es la práctica principal del yoga. Por eso muchas personas, especialmente seguidoras de los nuevos métodos de moda implantados en la sociedad occidental complementan su práctica con la meditación zen, la meditación budista tibetana o la meditación vipassana. La propuesta de estas escuelas de yoga con respecto a la meditación es que durante la ejecución de las āsanas se puede mantener una actitud meditativa y profundizar tanto como con otros métodos de meditación inmóvil en la postura del loto. Se trata de una opinión respetable, pero en ningún caso permite alcanzar la intensidad de la meditación profunda de los sistemas budistas.

Por otro lado, hay escuelas del budismo en que se desvela el samādhi más elevado de forma espontánea e inmediata, tan inmediata que incluso se afirma que ya estamos en él. Por contra, el yoga es un procedimiento progresivo; trabaja con todos los aspectos del ser humano de forma integral buscando la predisposición del practicante para que el samādhi aparezca naturalmente. Son distintos enfoques del camino, aptos para distintas personalidades y con un único y mismo objetivo: el conocimiento de lo que realmente somos. En relación con la respiración, la meditación budista utiliza un tipo específico de respiración abdominal con largas y profundas espiraciones. En yoga, por contra, hay una gran variedad de respiraciones que pueden utilizarse durante la práctica meditativa, aunque generalmente se controla sólo durante los primeros minutos para inducir la interiorización, olvidándola después para concentrarse en el objeto de meditación. Solamente, cuando el objeto de meditación sea la respiración misma, ésta no se olvida pero sí llega a ralentizarse hasta casi su suspensión.


17. Vivir el momento


Theos Bernard en mayūrāsana
 

Cualquiera que se inicie en la práctica de la meditación debe saber que el simple hecho de permanecer inmóvil, sentado con las piernas cruzadas durante quince minutos, ya es una victoria.

Estar simplemente sentado con tranquilidad, es vivir el momento presente, y eso está muy bien, independientemente del tiempo que permanezcamos. Ciertamente, en cualquier etapa en que se encuentre el yogui, siempre es lo mismo: ser lo que somos en ese momento. No es una cuestión de ser bueno o malo, de practicar mejor o peor. Cuando empezamos a meditar es posible que no entendamos nada de nuestro mundo interior, y esto también es correcto. Nuestro conocimiento crecerá con los años, pero en cualquier momento seremos perfectos siendo lo que somos. Porque si quedamos atrapados en emociones, deseos o recuerdos, no podremos ver claramente las cosas como son. No podremos percibir la esencia interior. No olvidemos que un pensamiento no es en sí más que una pura entrada sensorial, un fragmento de energía. Pero tenemos miedo de ver los pensamientos como son en realidad. El estado de iluminación no es tener una experiencia determinada, sino la superación de toda experiencia. El estado iluminado es pura observación no adulterada. Y esto es completamente distinto de "tener una experiencia de iluminación". La iluminación es la demolición de toda experiencia construida a base de pensamientos, fantasías, recuerdos y esperanzas.


16. Haṭhayoga

 


Krishnamacharya en sankatāsana

El yoga tradicional se divide en cinco grandes ramas: haṭhayoga, rājayoga, bhaktiyoga, jñānayoga y karmayoga. Cabría preguntarse si estas divisiones tienen o no una razón de ser, es decir, si cada una de ellas es por sí misma una vía suficiente. En principio, el término “yoga” hace referencia a la unión de dos fuerzas que actúan de manera conjunta y coordinada para alcanzar un objetivo. De acuerdo con esto, solo el haṭhayoga podría llamarse yoga. ¿Qué ocurre entonces con las otras denominaciones?

En realidad, el rājayoga no está separado del haṭhayoga. Más bien, es una parte integrante del mismo. Se trata de una distinción artificial que popularizaron Vivekananda y la Sociedad Teosófica a principios del siglo XX, pero que se arrastra históricamente desde la misma Bhagavadgītā. Vivekananda era un filósofo del vedānta. Los seguidores de esta escuela parten del principio de que el mundo es ilusorio y por ello quieren alejarse de él para regresar lo más rápido posible al Absoluto. Consideran que el cuerpo es un obstáculo, una atadura que nos atasca en el aspecto material y nos impide fundirnos en lo ilimitado. Por eso, al menos Vivekananda y los primeros seguidores de su maestro Ramakrishna, descuidaban el cuerpo y rechazaban las āsanas. Patañjali no llamó a sus aforismos “Tratado de Rājayoga”. Realmente, jamás ha existido distinción entre el haṭhayoga, considerado como la forma física del yoga, y el rājayoga, o “yoga mental”. Es una distinción artificial que se opone al espíritu mismo del yoga. En cuanto al karma, bhakti y jñāna, en la India se denominan margas o “caminos”, en lugar de “yogas”. Serían, pues, la “vía de la acción desinteresada”, la “vía de la devoción a lo Absoluto” y la “vía del conocimiento filosófico”, respectivamente. Si bien Vivekananda (y otros antes que él) equiparó estas margas con el yoga, sin duda, jamás encontraríamos la acepción rājamārga y, por tanto, rājayoga carecería de significado. Sólo el haṭhayoga (que incluye al rājayoga) es lo que en nuestros días puede considerarse simplemente yoga o yoga integral.

Es cierto que en el Bhagavadgītā se habla de bhaktiyoga, jñānayoga y karmayoga, pero hay que tener en cuenta que estas denominaciones son los títulos de sus correspondientes capítulos. Esta obra tiene dieciocho capítulos y cada uno de ellos se titula como un yoga distinto. Así, además de los citados y en plan de igualdad con ellos, tenemos los yogas del desaliento de Arjuna, del sāṁkhya, de la renunciación, de la meditación, del Brahman imperecedero, etc. Cuando se cita el término yoga en el Bhagavadgītā, se hace en el sentido de marga o camino espiritual, sin relación alguna con el yoga como sistema técnico. Lo que trato de aclarar es que, de acuerdo con la etimología de la palabra “yoga”, deberíamos considerar como tal, única y exclusivamente el haṭhayoga, el sistema integral que propone un conjunto de técnicas psicofísicas conducentes a la liberación de la ignorancia espiritual. Lamentablemente, por extensión, la palabra “yoga” se ha aplicado históricamente a cualquier camino espiritual dentro del seno del hinduismo.

El haṭhayoga no son solo āsanas, ni mucho menos. Se trata de un sistema completo basado en los ocho pasos del yoga de Patanjali, pero que se ocupa en detalle de la parte psicofísica o energética del yoga. En haṭhayoga se observan códigos de conducta, y se establecen ciertas técnicas de “purificación” o “limpieza de impurezas”, antes de que el practicante se dedique a la práctica de las āsanas. Una vez dominadas éstas, el practicante continúa con ejercicios muy sofisticados de respiración (prāṇāyāma), siendo este paso quizás el más importante del haṭhayoga. Pero el haṭhayoga no termina aquí. La práctica continúa con ciertas técnicas, muchas veces extrañas al yoga que se ha impuesto en nuestra cultura, denominadas “sellos” (mudrās) y “cierres” (bandas). La absorción sensorial (pratyāhāra) es el siguiente paso del practicante, antes de introducirse en los laberintos de la concentración, la meditación y el samādhi. Es verdad que se denomina rājayoga al conjunto de estos tres o cuatro últimos pasos, pero en mi opinión, creo que deberíamos considerar el rājayoga sencillamente como la parte más sutil y elevada del haṭhayoga.


15. La realidad

 


bharadvājāsana

La realidad de un objeto es el hecho de que lo identificamos como uno y el mismo a pesar de su cambio constante, tanto a nivel externo de sus propiedades físicas como a nivel interno de sus propiedades más sutiles. Pero la realidad del mundo es únicamente el estado presente, el instante, y nuestra conciencia no lo capta de esta forma. Para la conciencia ordinaria, el presente es como una sucesión de instantes en los cuales tienen lugar cambios en los objetos. Los objetos pasan de un estado futuro a otro presente y otro pasado, y el cambio es tan armonioso que la mente otorga apariencia de realidad a dicha percepción. Ciertamente, las transformaciones de la naturaleza no son arbitrarias o incontroladas sino que siguen un desarrollo mediante el cual crean un movimiento homogéneo que convierte al objeto en único y distinto.


98. El arte de meditar