El yoga tradicional
se divide en cinco grandes ramas: haṭhayoga, rājayoga, bhaktiyoga,
jñānayoga y karmayoga. Cabría preguntarse si estas divisiones
tienen o no una razón de ser, es decir, si cada una de ellas es por sí misma
una vía suficiente. En principio, el término “yoga” hace referencia a la unión
de dos fuerzas que actúan de manera conjunta y coordinada para alcanzar un
objetivo. De acuerdo con esto, solo el haṭhayoga podría llamarse yoga.
¿Qué ocurre entonces con las otras denominaciones?
En realidad, el rājayoga no está separado del
haṭhayoga. Más bien, es una parte integrante del mismo. Se trata de una
distinción artificial que popularizaron Vivekananda y la Sociedad Teosófica a
principios del siglo XX, pero que se arrastra históricamente desde la misma Bhagavadgītā.
Vivekananda era un filósofo del vedānta. Los seguidores de esta escuela
parten del principio de que el mundo es ilusorio y por ello quieren alejarse de
él para regresar lo más rápido posible al Absoluto. Consideran que el cuerpo es
un obstáculo, una atadura que nos atasca en el aspecto material y nos impide
fundirnos en lo ilimitado. Por eso, al menos Vivekananda y los primeros
seguidores de su maestro Ramakrishna, descuidaban el cuerpo y rechazaban las āsanas.
Patañjali no llamó a sus aforismos “Tratado de Rājayoga”. Realmente, jamás ha
existido distinción entre el haṭhayoga, considerado como la forma física
del yoga, y el rājayoga, o “yoga mental”. Es una distinción artificial
que se opone al espíritu mismo del yoga. En cuanto al karma, bhakti
y jñāna, en la India se denominan margas o “caminos”, en lugar de
“yogas”. Serían, pues, la “vía de la acción desinteresada”, la “vía de la
devoción a lo Absoluto” y la “vía del conocimiento filosófico”,
respectivamente. Si bien Vivekananda (y otros antes que él) equiparó estas margas
con el yoga, sin duda, jamás encontraríamos la acepción rājamārga y, por
tanto, rājayoga carecería de significado. Sólo el haṭhayoga (que
incluye al rājayoga) es lo que en nuestros días puede considerarse simplemente yoga o yoga integral.
Es cierto que en el Bhagavadgītā se habla de bhaktiyoga,
jñānayoga y karmayoga, pero hay que tener en cuenta que estas
denominaciones son los títulos de sus correspondientes capítulos. Esta obra
tiene dieciocho capítulos y cada uno de ellos se titula como un yoga distinto.
Así, además de los citados y en plan de igualdad con ellos, tenemos los yogas
del desaliento de Arjuna, del sāṁkhya, de la renunciación, de la
meditación, del Brahman imperecedero, etc. Cuando se cita el término yoga en el
Bhagavadgītā, se hace en el sentido de marga o camino espiritual,
sin relación alguna con el yoga como sistema técnico. Lo que trato de aclarar
es que, de acuerdo con la etimología de la palabra “yoga”, deberíamos considerar
como tal, única y exclusivamente el haṭhayoga, el sistema integral que
propone un conjunto de técnicas psicofísicas conducentes a la liberación de la
ignorancia espiritual. Lamentablemente, por extensión, la palabra “yoga” se ha
aplicado históricamente a cualquier camino espiritual dentro del seno del
hinduismo.
El haṭhayoga no son solo āsanas, ni
mucho menos. Se trata de un sistema completo basado en los ocho pasos del yoga
de Patanjali, pero que se ocupa en detalle de la parte psicofísica o energética
del yoga. En haṭhayoga se observan códigos de conducta, y se establecen
ciertas técnicas de “purificación” o “limpieza de impurezas”, antes de que el
practicante se dedique a la práctica de las āsanas. Una vez dominadas
éstas, el practicante continúa con ejercicios muy sofisticados de respiración (prāṇāyāma), siendo este paso quizás el
más importante del haṭhayoga. Pero el haṭhayoga no termina aquí.
La práctica continúa con ciertas técnicas, muchas veces extrañas al yoga que se
ha impuesto en nuestra cultura, denominadas “sellos” (mudrās) y “cierres”
(bandas). La absorción sensorial (pratyāhāra) es el siguiente
paso del practicante, antes de introducirse en los laberintos de la
concentración, la meditación y el samādhi. Es verdad que se denomina rājayoga
al conjunto de estos tres o cuatro últimos pasos, pero en mi opinión, creo que
deberíamos considerar el rājayoga sencillamente como la parte más sutil y
elevada del haṭhayoga.
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