Swami Kripalvananda en meditación
Cuanto más
meditamos, mayor es la capacidad de percepción y más fina la sensibilidad. La
mirada se limpia y empezamos a ver el verdadero color de las cosas. El oído se
agudiza hasta límites insospechados y se empieza a escuchar el verdadero sonido
del mundo. Todo, hasta lo más vulgar, parece más brillante y sencillo.
Normalmente oscilamos entre lo que éramos antes de la meditación y lo que
empezamos a ser ahora. Unas veces estamos aquí y ahora, meditando; y otras
veces no sabemos dónde, allá donde nos llevan nuestras incontables
distracciones. Meditar es el arte de saber estar aquí y ahora, ni en otro
sitio, ni en otro tiempo. Una consecuencia importante de la meditación es el
profundo convencimiento de unidad entre todo lo que hay. De ello derivan el
contento, la satisfacción, la compasión, el amor y la felicidad. Entonces es
cuando ahiṃsā, la no violencia, deja de presentarse como un precepto a
cumplir para transformarse en algo natural, característico de la vida misma.
Gracias a la meditación se termina descubriendo que no existo yo y el mundo,
sino que el mundo y yo somos una misma cosa. Es como si hubiéramos nacido para
estar sentados y en silencio, acompañando la propia respiración, hasta
disolvernos en ella.