viernes, 10 de octubre de 2025

98. El arte de meditar


 

Swami Kripalvananda en meditación

Cuanto más meditamos, mayor es la capacidad de percepción y más fina la sensibilidad. La mirada se limpia y empezamos a ver el verdadero color de las cosas. El oído se agudiza hasta límites insospechados y se empieza a escuchar el verdadero sonido del mundo. Todo, hasta lo más vulgar, parece más brillante y sencillo. Normalmente oscilamos entre lo que éramos antes de la meditación y lo que empezamos a ser ahora. Unas veces estamos aquí y ahora, meditando; y otras veces no sabemos dónde, allá donde nos llevan nuestras incontables distracciones. Meditar es el arte de saber estar aquí y ahora, ni en otro sitio, ni en otro tiempo. Una consecuencia importante de la meditación es el profundo convencimiento de unidad entre todo lo que hay. De ello derivan el contento, la satisfacción, la compasión, el amor y la felicidad. Entonces es cuando ahiṃsā, la no violencia, deja de presentarse como un precepto a cumplir para transformarse en algo natural, característico de la vida misma. Gracias a la meditación se termina descubriendo que no existo yo y el mundo, sino que el mundo y yo somos una misma cosa. Es como si hubiéramos nacido para estar sentados y en silencio, acompañando la propia respiración, hasta disolvernos en ella.


97. Postura de relajación


El pionero del yoga, Sir Paul Dukes, en una antítesis de śavāsana

Hay quienes opinan que la más importante de todas las āsanas es la inversión sobre la cabeza (sirsāsana), por los múltiples beneficios que la inversión corporal promete al cuerpo. En la misma línea, otros consideran que la postura invertida sobre los hombros (sarvāṅgāsana) es la más favorable, pues a los beneficios de la anterior se añaden los derivados por la compresión de la garganta. Incluso hay muchos adeptos que rechazan estas dos posturas y se inclinan por considerar al loto (padmāsana) como la estrella del yoga, por ser la mejor posición en la que se puede practicar meditación y prāṇāyāma. Creo que desde el punto de vista de beneficios físicos contra facilidad de ejecución, todos están equivocados.

En mi opinión, la mejor postura que podemos practicar es la posición del cadáver (śavāsana), muchas veces infravalorada. Esta modesta posición, en la que se elimina al máximo la tensión corporal y que resulta accesible a todo el mundo desde el primer momento, no tiene rival. Ni siquiera en profunda meditación, la relajación física es tan intensa. Ningún practicante de yoga debería finalizar su sesión sin permanecer 10 ó 15 minutos como mínimo en śavāsana. También es muy aconsejable practicar una o dos veces al mes una sesión de relajación profunda (yoganidra), de una hora o más de duración. Resulta completamente rejuvenecedor.

96. El maestro interior


 

T. Krishnamacharya enseñando marīcyāsana a una joven occidental

La enseñanza de un gurú es muy importante, pero también resulta difícil encontrar uno que sea auténtico. Al principio, al menos durante los primeros años de práctica, es bueno seguir las orientaciones de un buen instructor. En todo caso, es preciso despertar al maestro interior que llevamos dentro. En el fondo, todos somos mucho más sabios de lo que creemos, pues en ese fondo todos sabemos con certeza lo que hay que hacer en cada momento. Nuestro maestro interior no se inventa nada, no dice nada que no sepamos ya con antelación. Realmente, sobran todos los maestros. Un gurú, por muy auténtico que sea, no puede enseñar nada a nuestra auténtica naturaleza. Solo puede señalar la luna, pero somos nosotros los que debemos mirarla. En los momentos de verdadera soledad el único maestro que podemos tener está en nuestro interior, porque en esos momentos no hay nada más y todo lo que hay está en nosotros. Cada uno de nosotros posee en sí mismo toda la sabiduría del mundo. El problema es que menospreciamos al maestro interior y dejamos que se adormezca. Hay que despertarlo rindiéndose ante la evidencia. Tanto cuando hacemos āsanas, como durante la meditación, hay que evitar las resistencias, hay que rendirse ante la realidad, sea esta la que sea. 

Si lo pensamos bien, el yoga es una escuela de apertura, especialmente ante los momentos desagradables. Si en el mundo se nos enseña a cerrarnos ante el dolor, el yoga nos enseña que hay que abrirse completamente y comprender su origen. Algunos acusan a las āsanas y a la meditación de ser prácticas masoquistas y al principio puede llegar a parecérselo a todo practicante, pero con el tiempo las molestias se transforman y cambian de signo. Ciertamente, se llega a un punto en que practicar a diario se convierte en una prioridad. Entonces, el maestro interior surge realmente como nuestro guía más preciado… Y en ese momento el yoga deja de ser un “tener que hacer” para convertirse en una celebración. 

95. Inicios en la meditación

Yoguini en meditación

Generalmente, durante los primeros meses de práctica, se medita mal, muy mal; mantener la espalda recta y las rodillas dobladas no resulta nada fácil y, por si esto fuera poco, la mente no para de dar vueltas y se suele respirar con cierta agitación. Sin embargo, hay algo poderoso que impulsa al practicante: la intuición de que el camino de la interiorización conduce al encuentro con lo más íntimo de uno mismo.

Durante los primeros meses o el primer año de meditación diaria suele haber molestias por todo el cuerpo: zona lumbar, dorsal, cervical, rodillas, empeines…, hasta que te das cuenta de que solo hay que sentarse para ser consciente del dolor que siempre está ahí. Entonces, a partir de ese momento, sólo hay que indagar el dolor para que desaparezca o, simplemente, cambie de lugar.

Justo después de las molestias físicas, lo que se percibe es la gran inquietud mental que suele desembocar en un enorme aburrimiento. Intentamos respirar pausadamente, pero la mente es bombardeada sin cesar por deseos incumplidos, ensoñaciones y miedos recurrentes. La primera conclusión es que quedarse a solas con uno mismo puede resultar casi insoportable. Estar atento a las propias distracciones es mucho más complicado de lo que uno se imagina. Por tanto, al principio es muy fácil claudicar ante el menor contratiempo o adversidad. Para ello, surgen continuas razones, todas aparentemente buenas y suficientes: “la postura me va a dañar las rodillas”, “estoy perdiendo el tiempo, con todo lo que tengo que hacer”, “¿qué he conseguido realmente tras tanto tiempo dedicado sencillamente a sentarme y respirar?

Contra todo pronóstico, hay quienes inexplicablemente perseveran y, con el tiempo, llegan a comprender que se puede estar sin pensar, sin proyectar, sin imaginar, sin aprovechar, sin rendir; se puede estar en el mundo, fundiéndose con él. Y entonces, cuanto más te sientas a meditar, más te quieres sentar y parece que lo más natural es precisamente la meditación. Ciertamente, al principio todo parece más importante que meditar, pero llega un momento en que sentarse y no hacer otra cosa que estar presente con uno mismo, se convierte en lo más importante y satisfactorio de nuestra vida.


94. Ahiṃsā, la no violencia


André Van Lysebeth en viparītakaraṇīmudrā

Los seguidores del jainismo consideran que ningún grado de ascetismo o práctica de meditación puede conducir a la liberación, a no ser que se acompañe de una cuidadosa observancia de las normas éticas y en especial de ahiṃsā, la no violencia. Esta norma implica no solo no matar a cualquier ser vivo, si no la mera intención de dañar a otro ser.

En la práctica no es posible seguir este precepto de forma absoluta, pues la vida  es un proceso de interrelación entre todos los seres vivos. La vida se nutre de la vida. Una opinión muy generalizada es que, si no hay otra opción, debemos abstenernos de dañar a los seres vivos “más evolucionados”. Así, sería completamente inadmisible dañar a otras personas. En la escala evolutiva seguirían los animales y, dentro de estos, primero los mamíferos y después las aves, los reptiles, los peces y los insectos; más abajo, en la escala de ahiṃsā, estarían las plantas y, dentro de ellas, primero los árboles y después todas las demás, hasta la simple brizna de hierba. Esta es una escala de valores práctica y en absoluto real. Influyen los sentimientos y la visión antropocéntrica, según la cual el hombre es el centro del universo. La realidad es que a veces es más valiosa la vida de un árbol que la de un animal. Y a veces… un animal puede tener más derecho a la vida que una persona. Los jainistas llevan al extremo la norma de ahiṃsā y evitan no dañar en absoluto a ningún ser vivo, sin hacer distinciones ni categorías, siempre que sea posible.

En nuestra sociedad esta forma de proceder no resulta muy práctica y el yogui debe interpretar ahiṃsā de forma puntual, sin caer en los excesos y partiendo de una actitud de humildad en la que cada persona no es en absoluto el centro alrededor del cual gira el universo, sino que ella misma es el universo entero.

93. Perfeccionar una āsana

vṛścikāsana

Para perfeccionar una āsana hay que tener presentes dos condiciones. En primer lugar, debemos aplicar una energía consistente en suprimir los esfuerzos corporales naturales, es decir, debemos relajarnos en la postura manteniéndola con el mínimo esfuerzo; la segunda condición es que debemos fusionarnos con la infinitud, o sea, tenemos que suspender totalmente la atención a la presencia del propio cuerpo. Esta es la interpretación clásica de los dos requisitos fundamentales expuestos por Patañjali para permanecer correctamente en cualquier āsana. Resulta más fácil decirlo que hacerlo. Hay muchos practicantes que no pueden relajarse lo suficiente para adoptar una postura como la del loto, por ejemplo. No obstante, todo esto puede comprenderse mejor si tenemos en cuenta que el esfuerzo requerido es el esfuerzo vital, la respiración, y que por tanto, lo que se requiere en el primer punto es una relajación o suavización de la respiración. Por tanto, durante la práctica de āsanas la respiración debería relajarse y, por extensión, alargarse.

El segundo requisito se refiere a la concentración mental. ¿Dónde o sobre qué objeto concentrarse? Se dice que sobre la infinitud. Así, algunas escuelas afirman que mientras se practican āsanas hay que concentrar la atención en el infinito, lo cual es inapropiado —e imposible—, al menos para la gran mayoría de los yoguis. Entonces, ¿cuál es su significado simbólico? Etimológicamente, la infinitud (ānantya) podría asimilarse en este contexto a la respiración y, por tanto, la segunda condición sería: “concentración de la mente en la respiración”. 

En definitiva, una interpretación alternativa y más racional que la clásica para los sutras de Patañjali sobre āsana sería que los dos requisitos básicos mientras se practican posturas se pueden condensar en "efectuar suaves inspiraciones y espiraciones al mismo tiempo que se concentra la atención en la respiración”.

 

martes, 7 de octubre de 2025

92. Práctica y desapego

Asceta tántrico

Cuando se mantiene la concentración en un objeto, llega un momento en que debemos permitir  que los pensamientos  se muevan con libertad y surjan conexiones y asociaciones. Muchas personas no comprenden este paso y se pierden. Así por ejemplo, si nos concentramos en la respiración, varios minutos después podemos sentirnos bien y empezamos a fijarnos en el espacio mental viendo qué pensamientos surgen y, al mismo tiempo, intentando seguir la respiración; entonces, puede suceder que la mente se estrese y en ese momento no sabemos hacia dónde ir.

En realidad, no hay que hacer nada especial, solo permanecer mentalmente alerta y ser conscientes de la transición espontánea y sin esfuerzo de la concentración (dhāraṇā) a la meditación (dhyāna). No hay que hacer nada conscientemente para pasar de un estado a otro. Se debe observar sin observar. Hay que fijarse sin fijarse. Hay que actuar desde la mente intuitiva. Se trata, en definitiva, de cambiar el modo racional de utilizar la mente por el modo intuitivo. Y esto no se hace dándonos cuenta de ello con nuestra mente racional. Esto "sucede", siempre que se profundice suficientemente en dos aspectos básicos: práctica y desapego.

Observar la mente quiere decir no identificarse con ella, mirarla como desde afuera. Y esa mirada debe ser una mirada inocente, que trata de verla tal cual es, sin juicio alguno. Se trata de una mirada de aceptación plena, desapasionada. Esto se correspondería con vairāgya, el desapego. Además, la observación pasiva debe acompañarse de una actitud complementaria: el esfuerzo para mantener la atención mental, un estado de alerta que correspondería a abhyāsa, la práctica continuada. Estas dos actitudes están estrechamente relacionadas. Así, la observación desapegada se purifica con la práctica, al mismo tiempo que la práctica es más efectiva a medida que desarrollamos la capacidad de observación desapegada. No hay que perseguir ningún objetivo. No hay que tener prisa. Ni siquiera hay que preocuparse por el éxito o el fracaso. Si la meditación se efectúa bajo estas premisas, la mente intuitiva surgirá espontáneamente.

 

91. Yoga comercial


 Dorian Leigh en baddhapadmāsana, 1946

¿Se puede hacer del Yoga una profesión sin que se vea comprometido el propio camino interior y sin caer en las opresiones del llamado “supermercado espiritual de occidente”? Esto es realmente difícil si para poder vivir dependemos exclusivamente de impartir clases de yoga. Al margen de los centros de yoga establecidos y consolidados, hay muchas personas que “intentan vivir” desde hace años del yoga. Se dedican a dar clases en colegios, asociaciones de amas de casa, polideportivos, gimnasios… Y ciertamente, no se les pasa por la cabeza poder llegar algún día a comprar un local y abrir su propio centro de yoga. Hay que dar muchas, pero que muchas clases todos los días durante muchísimo tiempo y cobrando muy bien por ellas para poder aspirar a semejante inversión. Muchas de estas personas tampoco se dan de alta como autónomos porque andan justos para llegar a fin de mes, si es que llegan... Y no digamos si encima tienen familia que alimentar. Ello convierte su fuente de ingresos en economía sumergida. Esta situación verdaderamente les hace caer en el estrés. ¿Gracioso, no? Un profesor de yoga estresado por apego a lo material y enseñando un yoga comercial que pueda competir con pilates, gimnasias de mantenimiento y similares. Lo ideal, si queremos transmitir la enseñanza del yoga, sería precisamente no hacer de ella nuestro medio de vida, o al menos, no hacerlo en exclusiva. Si conseguimos que el aspecto económico no sea lo más importante, sino que lo sea la enseñanza que te sientes llamado a compartir, entonces puedes desapegarte de lo material y mantener la pureza del yoga, transmitiéndolo a aquellas personas dispuestas verdaderamente a profundizar en su mundo interior y para las que su vida es realmente un desafío espiritual. De todas formas, no debemos olvidar que sin cierto mercantilismo, el yoga no se habría propagado tal como la ha hecho en occidente en los últimos años.


90. Estilo Iyengar

B.K.S. Iyengar enseñando al violinista Yehudi Menuhin

Se puede afirmar que el estilo de yoga más influyente hoy en día en occidente es el que se deriva de las enseñanzas de B.K.S. Iyengar. El yoga de la escuela Iyengar centra su enseñanza casi exclusivamente en la práctica de las posturas.

En realidad, en las āsanas, cualquier practicante de yoga y, en especial los seguidores de Iyengar, deben integrar los ocho pasos del yoga clásico. Así, un practicante avanzado de haṭhayoga, mientras permanece en cualquier āsana: 1. Expresa con su cuerpo paz, sinceridad, fuerza, armonía y austeridad (yama). 2. Se siente purificado física y mentalmente, se halla contento y disciplinado, investiga cada una de sus sensaciones y mantiene una actitud de abandono y desapego (niyama). 3. Se halla relajado, estable y firme sin esfuerzo, fusionado con la infinitud (āsana). 4. Mantiene controlado el flujo respiratorio, en armonía con la postura (prāṇāyāma). 5. Está concentrado en los sutiles detalles de la postura (dhāraṇā). 6. Mantiene largo tiempo dicha concentración, de tal forma que fluye una corriente de pensamientos similares en torno a la āsana (dhyāna). 7. Se vuelve uno con la āsana; pierde su identidad separada y entra en comunión con sus ser más profundo (samādhi).

Adicionalmente, en el estilo Iyengar se enseña prāṇāyāma a los alumnos más avanzados, como complemento y continuación a la práctica de las posturas. Muchas veces se compara este estilo de yoga con otros “más espirituales”, como por ejemplo el de Sivananda. Mientras que en Sivananda todo es tranquilidad y suavidad, el estilo Iyengar a veces es lo más parecido a un sistema militar, con correcciones continuas y demasiada motivación por parte de algunos profesores.

Sin duda, el estilo de Iyengar es bastante exigente, igual que el de Pattabhi Jois. Ambos lo aprendieron de Krishnamacharya, el maestro que tuvieron en su juventud; y éste, al parecer, deriva su estilo de yoga de la fusión que realizó entre el haṭhayoga tradicional aprendido en los Himalayas y la gimnasia occidental aprendida de contorsionistas y militares cuando estaba al servicio del Raja de Mysore. Posteriormente, Krishnamacharya evolucionó hacia un estilo mucho más suave y terapéutico que influyó en Indra Devi y en su hijo Desikachar, pero ni Iyengar ni Pattabhi Jois participaron de esta enseñanza renovada. Sin embargo, para quien se haya formado la opinión de que el método Iyengar no es muy espiritual, tal vez debería leer el artículo "Yoga - Una ciencia integral", de Prasant Iyengar (https://yoga-darshana.es/Yoga,%20una%20ciencia%20integral.pdf). También podemos observar una gran diferencia entre el yoga de su primera época, expuesto en “Luz sobre el Yoga” y la enseñanza que se imparte en los centros Iyengar actualmente. Creo que este estilo ha evolucionado mucho. Actualmente se utilizan muchos accesorios como ayuda para hacer las posturas y no se insiste tanto en llegar al dominio completo de todas las āsanas. Parece como si ahora se tratase de un tipo de yoga más terapéutico, más orientado hacia la rehabilitación y la reeducación postural.

 

89. Practicar yoga a edad avanzada


 B.K.S. Iyengar en sukhāsana

A partir de una edad avanzada, se suele disponer de más tiempo libre y puede adoptarse la práctica del yoga de una forma más seria. En la práctica física, la disminución de la flexibilidad no es ninguna excusa pues se compensa sobradamente con la paciencia, seriedad y profundidad que confieren los años.

En 1988, durante la celebración del 70 cumpleaños de BKS Iyengar, éste dio la siguiente charla: "En 1978, tras la celebración de mi sexagésimo cumpleaños... empecé practicando de cuatro a cinco horas al día. La mala fortuna quiso que en junio de 1979 padeciese un grave accidente de motocicleta, lesionándome el hombro izquierdo, la columna vertebral y las rodillas. Por culpa de aquella lesión no podía levantar el hombro ni hacer estiramientos hacia delante, torsiones ni equilibrios. Empecé a practicar yoga como si fuese un principiante. Pero tres meses después del primer accidente padecí otro en el que me lesioné el hombro y la rodilla derechos. Como yoga implica uniformidad, ambos accidentes lesionaron uniformemente mi cuerpo y mi práctica tocó fondo. A fin de recuperar mi forma de 1977 practiqué diligente y doblemente, ocupándome de las zonas lesionadas. Aunque poseía una fuerza de voluntad y unos nervios lo suficientemente resistentes como para someterme a horas de práctica, el cuerpo se rebelaba. Pero no me rendí a mis pensamientos negativos. Con perseverancia e insistencia recuperé el setenta y cinco por ciento de mi práctica de āsana en diez años de duro esfuerzo. Espero recuperar mi forma original. En caso de que no lo consiga, quiero morir con la satisfacción de haber hecho todo lo posible hasta mi último aliento. Lo digo a fin de que desarrollen su fuerza de voluntad y persistencia para hacer lo que yo hice sin perder los ánimos, para que también puedan dejar este mundo con alegría cuando Dios les llame".

Después de esta charla, B.K.S. Iyengar continuó practicando āsanas y prāṇāyāma durante veintiséis años más con gran dedicación. En yoga todo se consigue mediante la práctica relajada y persistente. En principio no hay limitación de edad, sexo o condición física. La práctica se adapta a la condición inicial del practicante y, poco a poco, éste va evolucionando, casi sin darse cuenta. No importa si se tarda mucho o poco tiempo. Lo importante es practicar.

jueves, 2 de octubre de 2025

88. Orígenes del yoga en España

André Van Lysebeth, en ardhamatsyendrāsana

El inicio del yoga en España se remonta a principios de los años setenta. En esa época, entre 1968 y 1976, algunas escuelas se instalaron en España y abrieron centros de yoga, al mismo tiempo que algunas personas se interesaron por esta práctica milenaria y buscaron formarse en Francia, en India o, incluso, en España con profesores y swamis recién llegados.

La siguiente relación no es exhaustiva y solo pretende ser una muestra de los divulgadores pioneros más relevantes: 1) El argentino Ricardo Taratuta Barenboim, más conocido como Profesor Tamari, creó en Barcelona la Unión Hispánica de Yoga y Técnicas Orientales en 1968, siendo organizador junto con Jordi Colomer del Primer Congreso de Yoga celebrado en Barcelona. 2) El sacerdote obrero Francisco García Salve escribe libros populares sobre yoga en 1968. 3) Ramiro Calle abre en 1971 el Centro de Yoga Sadhak en Madrid, con Almudena Haurie. Viajó frecuentemente a la India y no ha tenido un maestro definido. Desde el principio ha sido un escritor y divulgador muy prolífico, además de pionero en la investigación médica del yoga en España. Su discípulo, el doctor Miguel Fraile, inaugura en 1982 el centro de Yogaterapia Asanga. 4) Carlos Fiel se inició en el yoga en 1967, formándose en Francia con Gerard Blitz. En 1972 crea Sadhana, en el País Vasco, que se organiza y estructura como Asociación en 1975. En 1980 y junto a su hermano Emilio, fundan la Comunidad del Arco Iris, claramente influenciada por Osho (por entonces, Sree Rajneesh), y actualmente desaparecida. 5) Swami Sivayotir (Francisco Lopez-Seivane), discípulo entonces de Swami Vishnudevananda, abre en Madrid el primer Centro de la Asociación de Yoga Sivananda, hacia 1974, y poco más tarde se extiende a otras ciudades (Barcelona, Vigo, Valencia), abriendo más Centros y empezando una rápida y efectiva divulgación del Yoga en España. Posteriormente se produjo un cisma dentro de la asociación española y Sivayotir dejó la organización. 6) Jose Luís Martínez, discípulo de Harold Sequeira Chaitanya y éste discípulo directo de Sri Yogendra, abre en Santander el Centro Cántabro de Yoga en 1974. 7) La Asociación Internacional de Profesores de Yoga (IYTA) la funda en Barcelona Mª Teresa Martínez Vilafañe en 1975 bajo las directrices de la sede central en Australia. 8) Danilo Hernández se inició en yoga siguiendo a André Van Lysebeth y junto con Enrique Moya abrieron sus primeros centros de yoga en Madrid, 1975, y en Málaga, 1978. Posteriormente continuó con Swami Satyananda adoptando el nombre de Swami Digambarananda Saraswati. 8) La Asociación Española de Practicantes de Yoga la fundó Jordi Colomer el 25 de octubre de 1976 y entre sus presidentes pioneros más conocidos destacan Emilio Fiel, Josep Barneda, Carlos Claramunt, Jaume Chalamanch y Manuel Morata. 9) La Escuela Aragonesa de Yoga es fundada por Manuel Morata en 1977, aunque Manuel se inició siete años antes en Francia con Nil Hahoutoff y posteriormente completó su formación con Svami Satyananda. 10) Saúl Martínez Calvo, discípulo del psicólogo transpersonal Antonio Blay Fontcuberta, preside en 1976 la Asociación Internacional de Profesores de Yoga. 11) Harold Sequeira crea en 1977 el "Instituto de Yoga Clásico" que se transformará más adelante en la Asociación de Yoga Clásico (AYOC).

 

87. Yoga, filosofía y religión

Paramahamsa Madhavadasaji, guru de Kuvalayananda y Yogendra, a los 122 años

El yoga es un sistema eminentemente práctico, pero también adopta ciertas ideas teóricas heredadas del pensamiento ancestral de la India desde la época védica, que coinciden en muchos casos con ideas propias del sāṁkhya, el budismo, el jainismo y el tantra. No obstante, se considera al yoga de Patañjali como uno de los seis sistemas ortodoxos de pensamiento basados en los vedas.

Por otro lado, en la India, religión y filosofía siempre han ido de la mano. Realmente, no hay una filosofía propiamente dicha, como en occidente, sino sistemas de pensamiento basados en la tradición, la mística, la lógica y la propia experiencia. Es decir, el yoga tiene su propia base teórica y, aunque es cierto que no se puede demostrar científicamente la idea de la reencarnación, sin duda Patañjali incluye ésta y la teoría del karma, así como otras ideas controvertidas (la existencia de los siddhis o poderes paranormales, por ejemplo) entre sus enseñanzas. Y no en base a la lógica, sino precisamente en base a las experiencias místicas y al conocimiento derivado de ellas durante los profundos estados de meditación. Todo esto no tiene nada que ver con la idea simplista de asimilar la teoría yóguica con la religión hindú. Muchos autores afirman que realmente no existe una religión hindú per sé, sino numerosos sistemas religiosos, muchos de ellos totalmente antagónicos que los estudiosos occidentales decidieron agrupar en su momento en un mismo contexto: el hinduismo.

 

86. Banquito de meditación

 

Meditación con banquito

Una alternativa válida a las posturas de meditación con las piernas cruzadas es vajrāsana. En esta āsana nos sentamos entre los talones, con los empeines bien extendidos en el suelo, mientras que las rodillas permanecen juntas. La postura es difícil de mantener más allá de unos cuantos minutos por lo que se suelen utilizar cojines o mantas colocados estratégicamente para aliviar la presión sobre los empeines y las rodillas. Salvo que se disponga de mucha práctica y flexibilidad, la tensión sostenida en las rodillas puede hacer que los ligamentos se lesionen. Además, la intensa flexión de las rodillas ocasiona la suspensión de la circulación sanguínea en las piernas provocando sensación de hormigueo; por otro lado, la presión directa sobre el nervio peroneo hace que se “duerman” varios músculos y queden temporalmente paralizados, incluyendo la imposibilidad de flexionar el tobillo, sostenerse de pie o dar un paso adelante en los primeros minutos tras deshacer la postura (síndrome de pie pendular o caído).

Para evitar todos estos problemas, cada vez se utiliza más un banquito de meditación que evita la flexión completa de las rodillas y permite adoptar la posición correcta de caderas y espalda, especialmente a los principiantes o a personas con escasa flexibilidad. Esta variación permite al practicante permanecer mucho más tiempo inmóvil y sin molestias que con las posturas clásicas de piernas cruzadas: no aparece el hormigueo, la espalda esta recta y relajada y no hay problemas de circulación. Entonces, ¿por qué no se recomienda este accesorio para las prácticas meditativas o respiratorias de larga duración? La razón es que la postura no forma una base triangular perfecta como en las posturas clásicas y, por tanto, resulta menos estable. Para quien está acostumbrado a sentarse con las piernas cruzadas y adopta ocasionalmente esta postura nota de inmediato una falta de arraigo, una sensación de estar flotando y de que la energía se disipa. No obstante, sigue siendo una de las mejores alternativas a las posturas clásicas de meditación.


85. Karma


 Ramiro Calle, en mayūrāsana, 1974

Todos nuestros actos (incluidos los pensamientos y sentimientos asociados a ellos) tienen consecuencias. Si se efectúan varias acciones similares o se actúa de forma voluntaria y consciente, las consecuencias tienden a “florecer” más rápidamente. No obstante, la mayoría de nuestras acciones son aisladas e inconscientes y parece que no tienen ningún efecto. En realidad, todos nuestros actos dejan impresiones o huellas sutiles (saṃskāras) en el subconsciente que, más tarde o más temprano, se actualizan y dan lugar a las consecuencias de tales actos en forma de simples recuerdos, deseos o instintos, creando pautas de conducta o, incluso, generando a nuestro alrededor situaciones en las que nos vemos involucrados.

Esta antigua idea de la India es el fundamento de las teorías del karma y la reencarnación. En el yoga clásico y en la mayoría de doctrinas orientales se entiende el ciclo vital de las personas en forma circular, de manera que todo vuelve, todo se regenera y todo se repite… hasta que alcancemos la liberación.


98. El arte de meditar