El pionero del yoga, Sir Paul Dukes, en una antítesis de śavāsana
Hay quienes opinan
que la más importante de todas las āsanas es la inversión sobre la
cabeza (sirsāsana), por los múltiples beneficios que la inversión
corporal promete al cuerpo. En la misma línea, otros consideran que la postura
invertida sobre los hombros (sarvāṅgāsana) es la más favorable, pues a
los beneficios de la anterior se añaden los derivados por la compresión de la
garganta. Incluso hay muchos adeptos que rechazan estas dos posturas y se
inclinan por considerar al loto (padmāsana) como la estrella del yoga,
por ser la mejor posición en la que se puede practicar meditación y prāṇāyāma.
Creo que desde el punto de vista de beneficios físicos contra facilidad de
ejecución, todos están equivocados.
En mi opinión, la
mejor postura que podemos practicar es la posición del cadáver (śavāsana),
muchas veces infravalorada. Esta modesta posición, en la que se elimina al
máximo la tensión corporal y que resulta accesible a todo el mundo desde el
primer momento, no tiene rival. Ni siquiera en profunda meditación, la
relajación física es tan intensa. Ningún practicante de yoga debería finalizar
su sesión sin permanecer 10 ó 15 minutos como mínimo en śavāsana.
También es muy aconsejable practicar una o dos veces al mes una sesión de
relajación profunda (yoganidra), de una hora o más de duración. Resulta
completamente rejuvenecedor.
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