viernes, 10 de octubre de 2025

95. Inicios en la meditación

Yoguini en meditación

Generalmente, durante los primeros meses de práctica, se medita mal, muy mal; mantener la espalda recta y las rodillas dobladas no resulta nada fácil y, por si esto fuera poco, la mente no para de dar vueltas y se suele respirar con cierta agitación. Sin embargo, hay algo poderoso que impulsa al practicante: la intuición de que el camino de la interiorización conduce al encuentro con lo más íntimo de uno mismo.

Durante los primeros meses o el primer año de meditación diaria suele haber molestias por todo el cuerpo: zona lumbar, dorsal, cervical, rodillas, empeines…, hasta que te das cuenta de que solo hay que sentarse para ser consciente del dolor que siempre está ahí. Entonces, a partir de ese momento, sólo hay que indagar el dolor para que desaparezca o, simplemente, cambie de lugar.

Justo después de las molestias físicas, lo que se percibe es la gran inquietud mental que suele desembocar en un enorme aburrimiento. Intentamos respirar pausadamente, pero la mente es bombardeada sin cesar por deseos incumplidos, ensoñaciones y miedos recurrentes. La primera conclusión es que quedarse a solas con uno mismo puede resultar casi insoportable. Estar atento a las propias distracciones es mucho más complicado de lo que uno se imagina. Por tanto, al principio es muy fácil claudicar ante el menor contratiempo o adversidad. Para ello, surgen continuas razones, todas aparentemente buenas y suficientes: “la postura me va a dañar las rodillas”, “estoy perdiendo el tiempo, con todo lo que tengo que hacer”, “¿qué he conseguido realmente tras tanto tiempo dedicado sencillamente a sentarme y respirar?

Contra todo pronóstico, hay quienes inexplicablemente perseveran y, con el tiempo, llegan a comprender que se puede estar sin pensar, sin proyectar, sin imaginar, sin aprovechar, sin rendir; se puede estar en el mundo, fundiéndose con él. Y entonces, cuanto más te sientas a meditar, más te quieres sentar y parece que lo más natural es precisamente la meditación. Ciertamente, al principio todo parece más importante que meditar, pero llega un momento en que sentarse y no hacer otra cosa que estar presente con uno mismo, se convierte en lo más importante y satisfactorio de nuestra vida.


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