James Hay-Kellie demostrando ardhamatsyendrāsana, 1940
Lo que realmente
importa en una sesión de āsanas es hacerlas
con absoluta concentración, con lentitud y con el nivel perfecto de
tensión-relajación. Durante la adopción de las posturas y también cuando se
deshacen, las āsanas deben estar sincronizadas
con la respiración; es más, la respiración y el movimiento de ejecución deben
contemplarse como una sola acción, igual que dos músculos diferentes se
combinan en su movimiento para colocar el cuerpo en una posición determinada.
De la misma forma, cuando se permanece en una āsana, la respiración debe ser el único movimiento y el objeto
de nuestra concentración. Esto nos permite entrar en un estado de recogimiento
sensorial (e incluso meditativo) que, en definitiva es el objetivo de todas
estas prácticas; y si somos lo suficientemente sensibles, además, nos permitirá
saber cuándo debemos abandonar la āsana, si la estamos manteniendo
adecuadamente, o cuando nos habremos excedido en su ejecución.
Otro aspecto
importante es que las āsanas no deben practicarse de forma individualizada;
todas deben ligarse entre sí. Las āsanas de una sesión de yoga deben formar un
todo equilibrado y no debe existir separación alguna entre ellas (pues no debe
aparecer el cansancio y la respiración no tiene porqué alterarse
indebidamente). Los movimientos entre las distintas fases estáticas deben
contemplarse como un fluir armonioso que combina respiración, concentración y
lentitud de movimiento. Todo es uno en una sesión de yoga: unidad dentro de la
diversidad.
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