Swami Chidananda practicando dhanurāsana en las riberas del Ganges, en Rishikesh
La impermanencia del placer se experimenta en sí misma como dolorosa. Además, nos invade el deseo por lograr cosas efímeras, arrastramos una pesada losa de condicionamientos genéticos y sociales y, en muchos casos, sufrimos de falta de armonía en nuestras relaciones con la naturaleza. A pesar de todo, el dolor no está predestinado. Podemos y debemos evitar la ansiedad, el dolor futuro, aquél que aún no nos afecta.
El método general para evitar el sufrimiento es la
práctica del yoga de ocho pasos. Los dos primeros forman un código de conducta
positiva que prepara al yogui para sumergirse en la práctica personal, pero
mantener este código no es fácil. Por ello, cuando aparecen pensamientos,
deseos o intenciones negativas, hay que neutralizarlos mediante el cultivo del
pensamiento contrario, de la actitud opuesta. Las ideas y comportamientos
negativos se traducen sin excepción en sufrimiento e ignorancia, aunque sean de
diferente intensidad, directas o indirectas. En todo caso, proceden de bajos
instintos, como la ira, la codicia y el engaño. Hay que cultivar con
insistencia los opuestos a estas fuerzas negativas reflexionando sobre su
origen y sus consecuencias, su intensidad y el modo en que se presentan.
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