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Monje budista practicando la meditación caminando
Normalmente, la meditación caminando se practica entre dos periodos de meditación sentada, permitiendo así que el periodo total de meditación se extienda largo tiempo. En algunas escuelas de yoga occidental, como la de Yoga Kripalu, la meditación caminando es un método muy utilizado. Por supuesto, no la inventaron los maestros de esta escuela, sino que la adoptaron de otras tradiciones, especialmente del budismo, como punto central en su sistema de yoga occidentalizado. En general, se hace dando pasos cortos y lentos, al compás de una respiración larga y profunda. Esta técnica permite descansar el cuerpo tras un largo periodo de inmovilidad, proporcionando un movimiento que no rompe la meditación sino que la continua de forma armoniosa.
Alternar la meditación sentada con la meditación
caminando es contradictorio pues tras un rato sentados queremos que llegue el
momento de continuar de pie para salir del entumecimiento, hasta que al rato de
andar medio pie a medio pie, queremos volver a sentarnos porque ese andar
lento, cansino y algunas veces desequilibrado, se nos vuelve eterno. La
meditación de pie puede ser parte esencial de la práctica, complemento
inseparable de la meditación sentada. Reposo y movimiento, vacío y
manifestación. A veces dan ganas de caminar un poquito más deprisa de lo que
hay que hacerlo. Tal vez porque la mente corre tanto que ni las manos ni los
pies llegan a poder retenerla. Otras veces preferiríamos que fuera sin prisa
pero sin pausa porque lo que saca de quicio es precisamente la pausa, que se
siente eterna, entre paso y paso diminuto. La meditación de pie es el patito
feo de la meditación y sin embargo es la piedra de toque, después de todo, en
lo que se refiere a nuestra acción en el mundo. Es la parte de la meditación
que entrena en el ir de la contemplación a la acción y vuelta a comenzar:
Nada-acto-nada. Silencio-sonido-silencio. Vacío-forma-vacío. Meditar de pie es
como si fuera el acto, sonido y forma entre sentarse y sentarse. Algunas veces
adelantamos el pie como pidiendo perdón y permiso, otras arrasamos como
elefante en una cacharrería; otras más no se sabe si parece que avanzamos o nos
queremos quedar, temblando de miedo... Sea como sea, para cada cual es de una
manera y cada vez es distinto. Cuando practiquemos la meditación de pie,
debemos mirar a ver si corremos o caminamos, si nuestros pasos suenan como el
cristal o como la tormenta, o sólo hacen ruido, o ni se notan...
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