Andre Van Lisebeth en padmamayūrāsana
Las āsanas son ante todo y sobre todo, inmovilidad. Sin embargo, confundir “inmovilidad” con “pasividad” es un error que hoy en día se comete fácilmente. Es en la rigurosa inmovilidad donde el cuerpo acepta la āsana y deja que despliegue todo su potencial. Porque tras esta fachada de inmovilidad se esconde un dinamismo muy intenso que no se manifiesta exteriormente. Este dinamismo es la respiración. Las posturas son actitudes corporales activadas por la respiración, pero no sólo por el movimiento respiratorio que facilita el intercambio gaseoso en nuestro organismo; también, y mucho más importante, por el movimiento de energías vitales que se efectúa gracias a la respiración. Una sesión de āsanas es, por tanto, una serie ininterrumpida de respiraciones controladas con las posturas de fondo, y no a la inversa. Las āsanas son como perlas, que para formar un collar deben estar perforadas y unidas con un hilo. Este hilo es la respiración que atraviesa y une las āsanas para formar una serie. En la inmovilidad de la āsana, el cuerpo se transforma en estatua, debiendo reprimir el más mínimo movimiento y relajar los músculos al máximo para permitir que la āsana actúe por sí misma.
Sin embargo, hay un movimiento que no se puede suprimir: el movimiento respiratorio. Cada āsana condiciona la manera de respirar. El practicante debe escuchar su cuerpo. Una vez eliminadas al máximo las contracciones musculares, sentirá hacia qué parte dirige el cuerpo la respiración: hacia el abdomen, el diafragma, las costillas, las clavículas…, y tomará conciencia de las zonas de mayor y de menor resistencia. Seguidamente tratará de evitar dichas resistencias aceptando e intensificando los movimientos respiratorios. Normalmente se tiende a igualar el tiempo de espiración con el de inspiración, pero hay algunas āsanas como las posturas de meditación, la pinza o la inversión sobre la cabeza, que “demandan” una espiración más prolongada, al menos del doble de la inspiración. Es en estas posturas donde el practicante puede realmente interiorizarse y saborear todo su universo interno.
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