No somos nada y, en
realidad, lo somos todo. Así de paradójico, ¿verdad? Así de real, de cierto, de
evidente. Es tan evidente que no se ve. Es como la punta de la nariz, que
siempre está en primer plano y nunca nos fijamos en ella. A veces tenemos algo
delante y no somos capaces de verlo. Y en otros momentos, en otra situación,
ante otras circunstancias, de repente lo vemos. El conocimiento más elevado se
logra como mezcla de lo subjetivo y lo objetivo, hasta que ambas visiones se
disuelven una en otra. Patañjali nos dice que mientras no logremos el
conocimiento de lo que realmente somos, la vida injusta e ilusoria girará sin
cesar a nuestro alrededor, generando deseos, rechazos y miedos.
En definitiva, aunque creemos que comprendemos,
estamos equivocados, pues los obstáculos al conocimiento (ignorancia, egoísmo,
deseo, rechazo y miedo) siguen actuando en nuestras vidas. En el momento en que
realmente comprendamos, estos obstáculos desaparecerán de forma natural. ¿Nos
hemos parado a reflexionar alguna vez por qué siempre preguntamos el “porqué”
de las cosas? Cuando preguntamos, no sentimos, no experimentamos. Es el ego
quien pregunta. Y cuando recibimos respuestas del exterior podemos comprender
intelectualmente pero no experimentamos realmente la comprensión. Todas las
respuestas están en nuestro interior más íntimo, en el pozo sin fondo de
nuestro corazón. Si esperamos encontrar respuestas fuera de nosotros, estaremos
equivocándonos.
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